La Comisión Europea ha otorgado dos años más a Francia para cumplir las reglas sobre déficit público. Ello evidencia un criterio distinto con respecto a la actitud frente a los países periféricos, España incluida, a la que se impuso unos mayores criterios de austeridad, que sus ciudadanos aún sufren.
La doble vara de medir se ha impuesto una vez más en la construcción europea, lo que nunca puede ser positivo. Los resquemores aumentarán, dando pábulo a los peores enemigos de Europa: el populismo y el nacionalismo.
Algunos alegarán que no es lo mismo Francia que España, tratando de justificar la diferencia de trato por el peso económico y demográfico entre una y otra. Pero, siendo cierto ello, no lo justifica. Porque la aceptación de tal agravio implica la existencia de ciudadanos europeos de primera y segunda. Y el solo hecho de plantearlo mina el principio de la construcción europea, basado en el concepto de igualdad ciudadana, superadora de los diversos orígenes nacionales. No debe haber franceses o españoles, sino ciudadanos europeos, con iguales derechos y deberes. Solo así crearemos Europa.
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