La amenaza de la pérdida de credibilidad de la Unión Europea solo tiene dos alternativas, como señala hoy el antropólogo Tomas Pérez Viejo en las páginas de El País. O intenta imaginarse como una nación o reafirma su estructura política anacional, basada en los derechos de los ciudadanos.
La disyuntiva es clara. Seguro que Nigel Farage, Marine Le Pen y otros muchos, pero también Panos Kamenos, el ministro de defensa griego, optan claramente por el primer modelo. Yo prefiero infinitamente el segundo: una república de ciudadanos.
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