martes, 7 de julio de 2015

Banderas

El nuevo alcalde de Pamplona, Joseba Asirón Sáez, no ha sabido evitar la primera polémica de su mandato, tras salir elegido para el cargo de regidor en las listas de EH-Bildu. Ayer izó la ikurriña en el balcón consistorial a la hora del chupinazo de las fiestas de San Fermín. La bandera oficial de la Comunidad Autónoma Vasca fue colocada respetando la prelación de la española, pero en una posición de rango superior a la propia de la Comunidad Foral de Navarra.

Con su actuación, Asirón ha primado el sentimiento de los que siendo navarros se sienten vascos, frente a los que no. El alcalde ha argumentado que en Navarra no sobran banderas. El problema es que hay navarros que ayer se sintieron ofendidos por la colocación de una enseña que para ellos representa una injerencia, cuando no unas ansias anexionistas. Al respecto, se pudieron escuchar silbidos mientras se izaba la ikurriña.

Pero, también es cierto que la ausencia de la ikurriña en algunas zonas de Navarra es interpretada por algunos de sus habitantes como una falta de respeto a su identidad vasca. Nos encontramos ante un problema irresoluble, salvo que primemos la racionalidad sobre los sentimientos.

En ese sentido, cabría recordar que hasta hace dos siglos la humanidad vivía sin banderas. Y no creo que fuera una carencia terrible. Existían eso sí los pendones, en los que los señores obligaban a sus súbditos a encuadrarse bajo ellas. La Edad Contemporánea nos trajo la bendición de la igualdad jurídica de los ciudadanos, pero la maldición de la creación de las naciones. Pensemos y moderemos nuestros sentimientos.

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