La decisión de Mariano Rajoy de poner como candidato a la Generalitat a Xavier García Albiol, me parece un grave error estratégico, que puede contener la sangría de votos del PP en Cataluña, pero que terminará redundando en un fortalecimiento del opuesto: el independentismo. Se trata de un nuevo ejemplo de política partidista que se impone a la de gobernar pensando en el bien común.
Con el nombramiento de Albiol, el PP entra al trapo de Artur Mas de considerar las elecciones del 27-S como un plebiscito en el que se decidirá si Cataluña será independiente o no, orillando todas las cuestiones sociales que de verdad interesan a los ciudadanos. Albiol se presentará como el garante de la unidad de España y retrotraerá de votantes a Mas en su lista unitaria, porque habrá ciudadanos que hasta ese momento priorizaban otras cuestiones, pero que ahora invertirán sus preferencias, ante la animadversión a la exhibición de españolismo que hará el nuevo candidato del PP.
Más inteligente me parece la campaña de Ciudadanos en Cataluña, negándose a asumir el lenguaje maniqueo de Mas, dirigido a todos aquellos en los que la reflexión no es su fuerte. Inés Arrimadas, la candidata del partido de Albert Rivera, plantea las cuestiones no esencialistas que realmente preocupan a la gente, obviando el debate territorial por artificioso y beneficioso para los de siempre, para la elite que ha mandado siempre en Cataluña, que no acepta repartir el poder con sus homólogos de más allá del Ebro.
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