La Comunidad de Madrid se ha convertido ya en la gran preocupación a nivel nacional por el incremento de contagios de Covid-19. En los últimos días, las cifras de nuevos casos diagnosticados crecen exponencialmente, planteándose dudas razonables sobre si la sanidad de la región podrá hacer frente a la nueva oleada de enfermos que se vislumbra.
Indudablemente, el gobierno de la Comunidad de Madrid no ha sido capaz de mantener una tasa de contagios aceptable en la nueva normalidad, cuando, a diferencia del período de los estados de alarma, es él el competente para hacer frente a la pandemia. Las autoridades madrileñas han sido incapaces de implementar los dos instrumentos que todos los expertos científicos consideran esenciales para reducir los contagios: el reforzamiento de la asistencia primaria y la creación de equipos de rastreadores. En el caso de los rastreadores, es vergonzoso que Madrid cuente con solo 400 de ellos, cuando tienen que vigilar una población de unos seis millones setecientas mil personas. Y, para mayor inri, la consejería de Sanidad decide ampliar en una veintena su número, acudiendo a la externalización de servicios.
Todo ello, evidencia una vez más la ceguera que provoca la ideología. En este caso, la ultraliberal de un gobierno incapaz de entender que debe ser la Sanidad Pública y la fortaleza que debe tener. Pero, el resultado en esta ocasión puede ser trágico y ocupar un relevante puesto en la ignominia de la criminalidad ideológica.
Y ello en una comunidad que. junto a la catalana, otra con índices de contagio preocupantes y otra sumamente afectada por la ideologización de sus dirigentes independentistas, fue de lo más desleal al gobierno de la nación en la gestión inicial de la crisis del coronavirus, Todo ello, nos debería ayudar a reflexionar sobre la capacidad letal que conllevan las ideologías. Todas.