jueves, 21 de enero de 2021

Demagogos, no demócratas

La élite independentista catalana ha reaccionado airada a la decisión del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña de paralizar provisionalmente la suspensión de las elecciones en esa comunidad. Entre otros, el dirigente encarcelado de ERC, Oriol Junqueras, quien sostiene que se trata de “un nuevo 155 encubierto, de jueces y régimen del 78, dando un nuevo golpe a la democracia”. 


Ya sabíamos que tal oligarquía no entiende, conceptualmente, la separación de poderes del Estado de Derecho y que está acostumbrada, como acreditan tantos de sus dirigentes en prisión, al cumplimiento de la ley, pero considerar la mencionada resolución judicial como antidemocrática, bordea el ridículo. Solo hay que recordar los años álgidos del proces, de 2012 a 2020, cuando la insistente cantinela era que querían votar. Ahora, en cambio, no.


Tamaña mudanza, debida sin duda a unas encuestas decepcionantes para sus planteamientos, evidencia la realidad que se empeñan en ocultar: no, no son demócratas, son demagogos. Algo que, sin embargo, cuesta entender a muchos, lastrando el futuro de todos. 


domingo, 17 de enero de 2021

Esperando la lluvia

Puede parecer exagerado, incluso histriónico, pero muchos estamos esperando a eso, a que lleguen las lluvias. Más de una semana después de que una intensa nevada sepultase a Madrid, la mayoría de las calles de Madrid siguen intransitables, reduciendo a sus vecinos a un confinamiento aún mayor al que en marzo y por motivo de la pandemia padecieron. Hasta el punto que algo tan básico como hacer la compra y surtirse de los bienes comestibles básicos se ha convertido en una operación complicada y no exenta de peligros, no solo en cuanto a resbalones y otros accidentes, sino a la mera posibilidad de transitar por unas calles cubiertas de nieve, árboles y ramas caídas, y de basuras no recogidas.


No hubo negligencia, ni falta de respuesta, en los días posteriores a la nevada. Se actuó bien y rápido para rescatar a los varados en las carreteras y calles. La previsión de lo que iba a venir, funcionó, aunque nos costó, a todos, entender lo que venía encima, especialmente a muchas empresas que tienen un atávico temor a dejar salir con antelación a sus trabajadores. Pero, en general, todo fue acorde a un Estado moderno y con capacidad resolutiva. 


Sin embargo, según han pasado los días, la fundamental labor de devolver la cotidianidad a las vías de la capital de España ha hecho más que agua, hielo. Sin duda que las condiciones meteorológicas, con las heladas sufridas, han empeorado las cosas, pero salvo al ejército, no se han visto otros instrumentos capaces de desbrozar la helada.


Una vez más, el axioma de que una administración cercana es más útil que una lejana ha demostrado su falsedad, al menos en Madrid. Las administraciones locales de la capital han demostrado su incapacidad. Probablemente, porque lo público no cabe entre las preocupaciones de sus gestores. Las anteojeras ideológicas -el mal de la contemporaneidad- una vez más han empeorado las cosas. Solo cabe esperar a que lleguen las lluvias, que hagan el trabajo de otros.


Posdata: nueve días después, mientras repasaba hoy domingo estas notas, antes de su publicación, en mi calle, un mínimo desbroce para los automóviles ha sido hecho. Bienvenido sea. 

jueves, 7 de enero de 2021

El faro de luz se apagó

Millones de ojos vieron ayer el fin del mito americano, de la nueva vida , que los peregrinos del siglo XVII llevaron a las costas del nuevo mundo. La luz que irradiaba a todo el mundo se convirtió en oscuridad cuando una turba de fanáticos irrumpió en el Capitolio, certificando la irremisible decadencia del imperio americano y el fin del siglo del mismo nombre que se inició en 1919, cuando el estilo de vida americano se impuso en el mundo.


El faro de luz se apagó. Y con ello, acabó un poderoso mensaje basado en la democracia, en la igualdad de oportunidades; en suma, en el sueño americano, que contribuyó más que nada a construir nuestra modernidad. 


Ayer una caterva de iletrados, instigados por otro aún peor, el demagogo por antonomasia, dieron al traste con más de cuatro siglos de elaborada construcción humana. Desde todos los rincones del planeta, pudimos ver, a través de la televisión en tiempo real, como las hordas derrumbaban en su ignorancia las más altas cotas de bienestar intelectual y material alcanzadas por el ser humano.


Porque, eso es lo que hicieron esos descerebrados. Echar por tierra un aplicado trabajo de siglos que enlazaba y extraía lo mejor del Cristianismo, de la Ilustración y del Liberalismo.  Desde el sermón del pastor puritano John Winthrop, quien extrajo de la Biblia su afamada imagen de la ciudad que en lo alto de una colina sería admirada por el mundo, irradiando su cálida luz por todo el mundo, hasta los Thomas Jefferson, que basaron la vida en la libertad y en la democracia o los Martin Luther King, que expresaron el sueño de la igualdad racial, pasando por el científico Benjamin Franklin, adalid del progreso humano, quien propagó la iluminación de la Ilustración. Todos ellos, con sus lagunas, edificaron la versión contemporánea del ser humano, que ayer, seis de enero de 2021, destrozaron unos bárbaros.


martes, 5 de enero de 2021

Erosión democrática

La advertencia de los diez exsecretarios de Defensa vivos es todo un síntoma de hasta que punto la democracia estadounidense se encuentra erosionada ante el empeño de Donald Trump por mantenerse en el poder.  El detalle de que los máximos responsables del Ejército en anteriores administraciones, ya fuera demócrata o republicana, insten a las fuerzas armadas a no intervenir tras haberse celebrado las elecciones y recontados los sufragios, nos indica la gravedad de la situación en la que vive la más antigua democracia del mundo.


Los que tenemos años no costaba pensar que algún día asistiríamos a la decadencia americana, pero desde ahora la ligaremos al cuestionamiento de la democracia, que han hecho un populista y millones de demagogos que le secundan. Se cierra toda una etapa histórica, abierta en 1776 cuando esa democracia iluminó el mundo.


sábado, 2 de enero de 2021

Resta, no suma

Por si podían quedar dudas, el resultado de las negociaciones de Gibraltar las despejan. El uso de los referenda como instrumento político de consulta democrática tiene el grave inconveniente, de que salvo que sus resultados sean abrumadores, sirven más para restar, que para sumar.


En 2016 el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte celebró un referéndum sobre la permanencia de dicho Estado en la Unión Europea, que se saldó con un poco más del 48% a favor y casi un 52% en contra, pero que una vez convocado, independientemente de que fuera de una manera bastante espuria, en la medida en que el entonces primer ministro, David Cameron pretendiera incrementar su poder en el seno de su partido político, se convirtió irremisiblemente en un plebiscito nacionalista, no ya británico, sino en concreto inglés. De hecho, en Escocia de una manera abrumadora y en la mayoría de los condados de Irlanda del Norte, el voto fue mayoritario por la permanencia en el seno europeo.


Desde entonces, hemos asistido a una serie de consecuencias de aquel referéndum, la última de ellas el espectáculo de miles de camiones varados en Dover, que a todos se nos ha quedado grabado en la retina. El acuerdo al que se ha visto obligado finalmente a aceptar Boris Johnson con Bruselas, de cara a mantener unos mínimos vínculos comerciales con la Unión Europea, se ha traducido, pese a que intentó una frustrada maniobra legislativa que algunos situaron en los terrenos de la piratería, en la ruptura del mercado interior británico, apartando a la isla de Gran Bretaña de Irlanda del Norte. 


Una aduana separa desde el 1 de enero el mar de Irlanda, aminorando la soberanía del Reino Unido, que ha visto así como se concretaba una de las más viejas reivindicaciones de otro nacionalismo, el irlandés, un viejo opositor que desde la creación hace casi un siglo del Estado Libre de Irlanda y tres décadas y medio de terrorismo del IRA, con tres mil muertos por ambas partes, fueron incapaz de lograr.


Si esto es el presente, el futuro se muestra para el Reino Unido con mayores nubarrones. Escocia, unida a Inglaterra desde hace tres siglos, experimenta un resurgir de su nacionalismo, incrementado desde aquel fatídico plebiscito, donde la mayoría de los escoceses, un 62%, votó a favor de permanecer en la Unión Europea. Estos días asistimos a una campaña de su primera ministra, con publicaciones en prensa, donde exige un nuevo referéndum sobre la independencia, después de que en 2014 fuera derrotada la opción separatista por el 55% de sus votantes. 


El pensador francés decimonónico Ernest Renan conceptualizó a la nación como aquella que se somete a un plebiscito cotidiano. Ese es el camino que pretende el nacionalismo escocés y otros muchos, convencidos de que a fuerza de ejercer la autodeterminación solo existe una dirección posible: la independencia. Difícilmente un Estado, aunque aún enormemente prestigioso como el Reino Unido, puede sustraerse a esta dinámica, que convierte a las naciones en sinónimos de estados y que desde hace un siglo impera en la Europa wilsoniana, nacida de las ruinas de la Primera Guerra Mundial y que se sometió a los dictámenes de lo nacional.


Por ello, Boris Johnson lo tiene difícil para mantenerse contrario a acceder a un nuevo referéndum independentista en Escocia, máxime después de que por otro plebiscito, el objeto de este artículo, el del Brexit, se haya evidenciado que los escoceses, a diferencia de los ingleses, hubieran preferido seguir perteneciendo a ese club de estados que es la Unión Europea.


Y como última muestra de negros presagios para el otrora imperio británico se yergue la Roca, uno de los vestigios supervivientes de aquel poderoso Estado que durante el siglo XVIII y XIX enseñoreó el mundo. El 95% por ciento de los gibraltareños votaron a favor de la permanencia en la Unión Europea en el referéndum del que nos ocupamos.


Ahora, un acuerdo in extremis entre el Reino Unido y España permitirá a los llanitos seguir gozando de una de las mayores ventajas europeas, la libre circulación garantizada en el convenio de Schengen. A cambio, Londres ha debido aceptar una de las más amargas consecuencias del catastrófico referéndum: en el interior de la Roca, en zona de soberanía británica reconocida por España en Utrecht, habrá policías europeos bajo mandato de Madrid. De tal manera, que un llanito podrá circular libremente por España y en consecuencia por toda la zona Schengen, pero un británico que viaje al Peñón deberá someterse a los trámites fronterizos. Cuando a mediados de año, se corrobore el acuerdo alcanzado, Gibraltar será más europea y menos británica, en un avance sustancial desde que en 1713, hace más de tres siglos, España cediera al Reino Unido la soberanía de la Roca.


Todo ello son las consecuencias del citado referéndum, que una vez más, como suele ser usual, salvo en dictaduras que garantizan amplios resultados, ha restado, en vez de sumar.