jueves, 3 de agosto de 2023

Navarra o el reto del PNV

La gobernabilidad de Navarra, donde el partido derechista UPN logró una vez más ser la formación más votada en las elecciones autonómicas del 28-M, debería llevar al PNV a replantearse su estrategia a medio plazo, ya que la apresurada negativa del partido jeltzale a la investidura de Feijóo hace ya inviable un cambio más temprano. 


En la decisión del PNV influyó sin duda el hecho de que el próximo año habrá elecciones en la Comunidad Autónoma Vasca, donde Bildu le pisa los talones. El miedo al sorpasso en el campo nacionalista obliga al partido presidido por Ortuzar a seguir la máxima ignaciana de no hacer mudanza en tiempos de desolación y mantener su estrategia de apoyo al PSOE de Pedro Sánchez. Pero con ello, el PNV prioriza al País Vasco y desatiende a Navarra, contradiciendo el sueño nacionalista de una Euskadi en la que la comunidad foral ocupa un lugar tanto o más relevante.


Los resultados del 28-M dieron a UPN 15 escaños en las Cortes navarras frente a 11 de los socialistas. La candidata de estos últimos, presidenta en funciones del gobierno navarro, María Chivite, podía revalidar su cargo apoyándose en los 3 diputados de Contigo Zurekin, donde se agrupa el complejo universo de Podemos, Izquierda Unida y otras agrupaciones locales, y sobre todo en los 7 de Geroa Bai, la marca electoral del PNV en el viejo reino, siempre que EH Bildu se abstuviera. 


Sin embargo, Geroa Bai y el Partido Socialista de Navarra no llegan a un acuerdo respecto al reparto de consejerías lo que hace peligrar el acuerdo de investidura, a diferencia de en el País Vasco donde PNV y Partido Socialista de Euskadi se reparten el gobierno y numerosas instituciones provinciales y municipales, con una estrategia exitosa desde hace siete años y que a su vez, salvo gobiernos monocolores, ha sido la tradicional desde la grave escisión vivida entre los jeltzales en 1986. Una escisión que llevó a la creación de Eusko Alkartasuna y a la ruina del PNV en Navarra, y posteriormente a la confluencia de las huestes de Carlos Garaikoetxea en EH Bildu.


Ante la posibilidad de que el 28 de agosto no haya acuerdo entre socialistas y jelkides en Navarra, EH Bildu se ha apresurado a ofrecer su apoyo a María Chivite, encubierto en una consulta a sus bases, procedimiento tan caro y tan manipulable de aquellas formaciones que se les llenan la boca con los referendos.


Navarra puede así marcar la pauta de toda Euskadi, en terminología nacionalista, reorientando estrategias y convirtiendo a socialistas y herederos de Herri Batasuna en compañeros de viaje, priorizando el eje izquierdista, frente a dos desorientadas derechas: el PNV y el PP. Pese a la desolación ignaciana, la mudanza puede estar más cerca de lo pensado en aquellos que todavía priorizan el eje nacionalista.