jueves, 27 de mayo de 2021

Indulto

El debate político en nuestro país vuelve a girar en torno al proceso soberanista catalán y de aquí al verano se centrará en los indultos a los dirigentes independentistas presos.  Tal hecho, en sí, no presenta halagüeñas perspectivas, partiendo del hecho de que fue precisamente la radicalización del nacionalismo catalán la que provocó la reacción del nacionalismo español, evidenciado en el aumento del respaldo popular a Vox. 


Por ello, sería sensato buscar soluciones que no incrementasen dicha radicalización. ¿El  indulto a los condenados del procés supondría una rebaja en torno a la crispación? Esa es la pregunta que cabe hacerse, porque estaría justificado concederlo si facilita tal cosa.


Me temo que no sería así, porque además de la oportunidad que ofrece a Vox, el PP radicalizará su discurso, precisamente para disminuir la ventaja otorgada a los de Abascal. En el otro lado de la disputa, en cambio, las consecuencias del perdón pueden tener un efecto más benéfico, favoreciendo la postura negociadora de ERC en detrimento de los extremistas de Puigdemont enrocados en la amnistía. 


Este hecho, unido a las posibilidades de agotar la legislatura, manteniéndose Pedro Sánchez en la Moncloa, convierten en compañeros de viaje al PSOE y a ERC, por lo que es indudable que habrá indulto.


La alianza de la izquierda y el nacionalismo catalán viene de antiguo, desde los preparativos que desembocaron en la proclamación de la Segunda República. Entonces, pasó algo parecido, siendo condenados los miembros de la Generalitat en 1934, que fueron indultados por el Gobierno del Frente Popular, deteriorando aún más la convivencia de los españoles, antes del enfrentamiento armado de la Guerra Civil. 

Indudablemente no existen paralelismos posibles entre la situación de España en 1936 con la de hoy en día, entre otras cosas porque formamos parte de la construcción política más exitosa de los últimos setenta años: la Unión Europea. Pero también es evidente que el indulto que va a conceder Sánchez erosionará la convivencia de los españoles de hoy en día.


Por ello, me atrevo a proponer una vía alternativa al indulto gubernamental, que a fin de cuentas es una prerrogativa que casa mal con una concepción plena del Estado de Derecho. Se trataría de que el Parlamento, la expresión más plena de la democracia, rebajase la pena del delito de sedición, adecuándola a una más objetiva. De esa manera, se lograrían dos cosas. Por un lado, rebajar las críticas recibidas desde diversos ámbitos jurídicos europeos, y por otro, posibilitaría la puesta en libertad de los líderes independentistas al haber cumplido gran parte de sus condenas.


martes, 18 de mayo de 2021

Impericia

Si algo define la política exterior con respecto a Marruecos por parte del Gobierno Sánchez es la impericia. Lo que estamos viendo estos días, sobre todo en Ceuta, pero también en Melilla, con miles de inmigrantes burlando la frontera, sin que las fuerzas de seguridad de ese país muevan un músculo, muestra una vez más el desconocimiento de la capacidad que tiene nuestro vecino para crearnos problemas.


La decisión humanitaria de acoger al máximo dirigente del Frente Polisario, en guerra contra Marruecos, en un hospital español, puede ser loable desde el punto de vista ético, pero no haber evaluado las posibles represalias marroquíes sobre una circunstancia en extremo sensible para la monarquía de Mohammed VI, revela un grave problema de observación por parte de nuestro gobierno. La soberanía territorial, independientemente de si es discutida, es siempre un aspecto crucial para cualquier estado, más si este no es económicamente desarrollado ni es un Estado de derecho democrático.


La atención requerida a Marruecos se rompió desde la llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa, cuando acabó con la sabia tradición de sus predecesores de acudir en su primera viaje oficial a Rabat.


Eso no significa que nuestra relación con Marruecos deba plegarse a las exigencias de Rabat, pero tampoco minusvalorar a nuestro vecino del sur y sobre todo a la capacidad que tiene para desestabilizarnos, porque nuestro pasado colonial no ayuda precisamente a solventar la situación.


lunes, 10 de mayo de 2021

Somos el tiempo que nos queda

Despedir al mejor poeta en lengua española de los últimos setenta años no es fácil, aunque podemos empezar por uno de sus títulos: “Somos el tiempo que nos queda”, con el que agrupó sus poesías completas. Parafraseándole podemos sostener que efectivamente es así. No ya por su muerte física, sino porque desde el domingo somos mucho menos todos aquellos que utilizamos la misma lengua, que él abrió a dimensiones desconocidas, como en el sugerente título de una de sus novelas más afamadas: “Ágata ojo de gato”. O el “Diario de Argónida”, donde nos sumergió en una nueva atlántida que estaba a la vista desde su casa, pero de la que el resto de los mortales no habíamos vislumbrado nada hasta entonces en nuestra proverbial ceguera.


Por no hablar de sus memorias, un género en el que brilló con igual intensidad que en su poesía. “Tiempo de guerras perdidas” es la constatación del fracaso del ser humano, confirmado por alguien que desde los presupuestos más ilustrados entrevé la desesperación de lo existente. O como un grito desgarrado, formulado en “Entreguerras”, porque ese es el período de tiempo natural de ese mismo ser, continuamente enfrentado a sus errores. 


La discordia del poemario “Campo de Agramante” es de nuevo la constatación de esa fatalidad, de la que protestó infinitas veces, con una vitalidad que no era contradictoria con el ejemplo de sus antepasados, aquellos tumbados que prefirieron mirar al mundo desde la cama. Descanse en paz.


martes, 4 de mayo de 2021

Unas elecciones que dejan muchos titulares

El titular más obvio de las elecciones vividas en Madrid es el triunfo arrollador de Isabel Díaz Ayuso, basado en alimentar la polarización política, al estilo exitoso de Aznar, con el objeto de desgastar a Pedro Sánchez, como hizo su inspirador con Felipe González. Ello tendrá evidentes consecuencias, ya que facilitará que el PP, de Casado o sin él, se embarque en un camino esencialista con el que la formación acaricie el sueño de cohesionar a todos sus antiguos votantes, como han mostrado los resultados de Madrid, que a la par de contener la sangría de Vox han fagocitado a Ciudadanos.


El segundo titular era esperado: Ciudadanos desaparece de la Comunidad de Madrid y probablemente de toda España. Aquí, nuevamente, se observa el éxito de la polarización política e introduce un mayor pesimismo respecto a un futuro que ve alejarse la transversalidad y el consenso. Se trata, en cualquier caso, de la enésima destrucción del centro, lo que permite pensar que volverá a resurgir bajo otra denominación en el futuro.


El tercer titular, pero probablemente el más llamativo, sea la retirada de Pablo Iglesias. La incomprensible operación que le llevó desde La Moncloa a la Asamblea de Madrid alimenta la etiqueta de suicidio político, pero más allá de ello, su irrupción en política al calor del 15-M, hace ahora diez años, se ha saldado de fracaso en fracaso. Su despedida anuncia que la crispación pierde a uno de sus mayores activos.


El cuarto titular hace referencia a aquel movimiento que vino a cambiar España y al duelo cainita con Íñigo Errejón, quien finalmente sale triunfador.  Más Madrid ha hecho realidad que hay otra izquierda y que es capaz de vencer al PSOE, lo que debería mover a la reflexión a Pedro Sánchez, dato al que unir la amenaza de una Ayuso expresada al principio de estas reflexiones.