domingo, 23 de octubre de 2022

La humillación totalitaria

La escena de la expulsión del expresidente chino Hu Jintao que ha podido ver todo el mundo, salvo los chinos, aunque sí los 2.300 delegados del XX congreso del mayor partido comunista existente sobre el planeta, unos 97 millones de afiliados, muestra la humillación que ha inflingido a su predecesor el dictador Xi Jimping, cuyo poder se ha visto incrementado en el cónclave que finaliza en Pekín.


Tras el congreso, el xiísmo quedará equiparado al maoísmo, extendiéndose una sombra de desconfianza sobre el período intermedio y sobre los líderes chinos que guiaron entonces al gigante asiático: el fallecido Deng Xiaoping, Jiang Zemin de 96 años y el propio Hu Jintao, el único que se mantenía políticamente activo. 


La purga sufrida por este último, al que se achaca la corrupción sistémica del Estado chino, revela que el xiísmo va a ser igual de intolerante que lo fue el maoísmo. Ambas corrientes ideológicas se fundamentan en un comunismo que entiende que la utopía pretendida está por encima de cualquier otra consideración, revelando el totalitarismo esencial de sus postulados. 

jueves, 20 de octubre de 2022

La decadencia británica

La dimisión de Liz Truss como primera ministra del Reino Unido tras solo 45 días al frente del país muestra la profundidad de la decadencia británica. Las causas son variadas, pero una gran mayoría de ellas parten de aquel referéndum de hace cinco años en el que una mayoría de sus ciudadanos decidieron abandonar la Unión Europea.


El problema lo agrava el hecho de que para el país que tiene a gala ser la cuna de la democracia es enormemente dificultoso admitir que sus males provienen de una mala decisión tomada en un referéndum. Sin embargo, sus pensadores más profundos deben admitir que no tiene nada que ver la democracia representativa con la democracia plebiscitaria. Es más, una y otra son por naturaleza refractarias. Una cosa es un régimen parlamentario y otra muy diferente aquel que se sirve de los instrumentos de la democracia directa, como los referenda, para dilucidar graves cuestiones en las que la población se encuentra dividida en dos bloques numerosos. Los primeros son aquellos que conforman los países más avanzados en cuanto a gobernanza y desarrollo económico, mientras que en los segundos hay dictaduras y otros estados totalitarios, algunos de los cuales fueron configurados tras ascender al poder representaciones populares a través precisamente de  la democracia representativa, como los ejemplos históricos nos muestran.


Desde 2017, el Reino Unido ha presentado síntomas de decadencia económica que la inusual cifra de seis ministros responsables del área han sido incapaces de frenar, en unos momentos en los que el descontento social solo puede aumentar ante el duro invierno que se avecina y que el efecto antiglobalización del Brexit solo puede incrementar. Las turbulencias vividas estos últimos días por la libra muestran que la soledad geoeconómica es más difícil de gestionar y que formar parte del poderoso club europeo hubiera limitado los daños. Por no hablar, del contencioso con su antiguo socio, la Unión Europea, y el flanco descubierto de Irlanda del Norte, que amenaza con agrietar más el Reino Unido. A ello hay que sumar una Escocia, en la que un bloque numeroso de sus habitantes desea romper Gran Bretaña y retornar al seno europeo.


Todo ello, en un momento en el que el mayor pegamento institucional atraviesa la ineludible crisis del cambio de monarca con un Carlos III que a juicio de muchos de sus súbditos no alcanza las cotas de la predecesora Isabel II. Son, din duda, malos tiempos para el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, que no hace ochenta años era uno de los imperios más sólidos del mundo.