miércoles, 31 de octubre de 2018

Imprevisión

Se lo llevo anunciando desde que el gobierno de Sánchez tomó sus primeras decisiones, que la exhumación de Franco se convertiría en un calvario para el gabinete. En una carrera de despropósitos, el ejecutivo ha conseguido en los últimos días que el Vaticano le desmienta. Ahora, pretende ampararse en la ley de la Memoria Histórica para intentar impedir que los restos del dictador sean enterrados en la Almudena.

Incluso, la vicepresidenta Carmen Calvo ha dado su palabra de que el general no será inhumado en la catedral de Madrid, pese a que los Franco disponen allí de sepultura, extremo que el gobierno al parecer ignoraba.  La falta de previsión gubernamental fue tal que tampoco se debió plantear esa posibilidad cuando decretó la exhumación del Valle de los Caídos, lo que no deja de sorprender, en la medida en que lo mínimo que se puede exigir a un gobierno es que sea reflexivo.


La número dos del gobierno viajó el fin de semana a Roma para implorar que la iglesia apoye al  gobierno e impida el entierro en la Almudena. La misma iglesia que no puso problemas a la exhumación, pero que no moverá un dedo para evitar que la catedral de Madrid se convierta en un centro de peregrinación y de homenaje al franquismo. Gracias, eso sí, a la imprevisión del gobierno socialista de Pedro Sánchez.

martes, 30 de octubre de 2018

A las pruebas me remito

El ultraderechista, racista y homófobo Jair Bolsonaro ha sido elegido democráticamente presidente de Brasil, con el respaldo de más de 57 millones de ciudadanos de ese país suramericano.  

No es la primera vez que un antidemócrata llega al poder a través del sufragio de sus conciudadanos. Antes que él, lo hizo Hitler. Es, incluso, relativamente frecuente, que sea así. Un candidato que pretende acabar con el Estado de derecho se sirve de la democracia para acabar con ella. Es lo que hacen los populistas hoy en día: mientras se les llena la boca hablando de democracia, hacen todo lo posible para acabar con ella.

Ante ello, la respuesta de los demócratas no debería ser deslegitimarla, considerándola un instrumento peligroso capaz de aupar en el poder a cualquier sujeto sin escrúpulos, sino relativizar su concepción. Es decir, asumir que el pueblo no solo se equivoca, sino que tiende a hacerlo. 

La democracia representativa toma mucho de su concepción del protestantismo anglosajón, que hacía de la doctrina de la gracia su piedra angular. Una comunidad tocada por la gracia divina no puede equivocarse. Por lo tanto, siempre acierta a la hora de tomar decisiones democráticamente, porque es la palabra divina la que se pronuncia a través de toda la colectividad. 


El despropósito del axioma queda en evidencia con tan solo colegir que Donald Trump fue una buena elección.  Es preciso, pues, relativizar tal concepción teocrática y negarnos a admitir que Trump o Bolsonaro sean elecciones acertadas. No, no lo son, porque el pueblo, al que debemos despojar de cualquier halo sobrenatural, se puede equivocar. A las pruebas me remito. 

miércoles, 24 de octubre de 2018

Demagogia

El gobierno populista de Italia pretende que los europeos paguemos la desviación de su déficit público. Para ello, el ejecutivo, formado por un partido nacionalista y una formación alternativa, ha enviado un proyecto de presupuestos que ha recibido el rechazo de la Unión Europea, por exceder en dos puntos el déficit estructural, lo que supone un punto y medio del PIB italiano, calculado para este año en 2.000 billones de euros.  Es decir, la factura que ha pasado el gabinete, un genuino representante de la oleada de la nueva política que padece el mundo, es de 30 billones de euros. Ante ello, las autoridades comunitarias ya han anunciado que Roma se enfrenta a sanciones comunitarias y un recorte de los fondos estructurales europeos, pero el gobierno italiano no se arredra, denunciando que Bruselas ataca al pueblo italiano. 

Tenemos, pues, a un gobierno populista que recurre al victimismo, algo usual a todos los nacionalismos. Recuerden el Madrid nos roba o Roma nos roba, que hasta hace poco gritaba esa misma Liga que ahora comparte el poder en Italia. Su socio de gobierno, el Movimiento 5 Estrellas, ha impuesto en dicho presupuesto unos gastos sociales, convencido de que los pagaremos los europeos.


¿Y el argumento cual es? Pues, la soberanía nacional. Pero, tamaña demagogia es posible por la popularidad democrática de las dos formaciones, que han desplazado a los partidos tradicionales italianos de los centros de poder. Es más, no descarten que en los próximos días, según se enquiste el enfrentamiento entre Italia y Europa, la Liga o el Movimiento propongan un referéndum en Italia en apoyo a los presupuestos presentados. No se atreverán a hacer una pregunta sincera, del tipo: ¿Está usted a favor de los europeos nos paguen las deudas?, pero en cualquier caso tal plebiscito arrasaría, como probablemente lo hagan esas formaciones en las próximas elecciones, agravando el problema.

lunes, 22 de octubre de 2018

Crisis de desprestigio

Lo vivido la semana pasada en el Tribunal Supremo es enormemente preocupante. Y lo es, porque, estamos acostumbrados a que ese tipo de situaciones lamentables sean protagonizadas por los gobiernos, ya sea el central o los autonómicos, o los parlamentos, nacional o regionales, donde la dinámica partidista alcanza su máxima dimensión, pero no en una institución en donde sus integrantes deben acceder a ella por méritos jurídicos.

Pero lo sucedido el jueves y viernes en el más alto tribunal de Justicia de este país es bochornoso. No solo por la mala imagen que proyecta del tribunal, rectificando una decisión popular, sino por la inseguridad jurídica que ha creado. No en balde, a día de hoy nadie sabe muy bien como actuar a la hora de firmar una hipoteca. Y la inseguridad jurídica es el peor hecho para un Estado de Derecho.

El Tribunal Supremo debe decidir en breve si el Impuesto de Actos Jurídicos Documentados debe ser pagado por el banco o por los hipotecados. Y no solo no debe hacerlo rápido, sino de una manera inequívoca, fundamentada en Derecho. Sin que ninguna otra consideración afecte a unos magistrados que han visto como las últimas luchas de poder en el seno de la institución priorizaban otros considerandos sobre los jurídicos.

No podemos permitirnos que el Tribunal Supremo sufra una crisis de desprestigio, que ya ha experimentado una erosión en Europa.



viernes, 19 de octubre de 2018

Religión y Nación

El cisma que vive la iglesia ortodoxa presenta perspectivas muy interesantes, todas ellos relacionadas con los procesos identitarios, la verdadera enfermedad de la contemporaneidad, y que conectan a la religión con el nacionalismo, como si este último fuera el heredero de la primera.  De hecho, las sociedades europeas, que se libraron hace tres siglos de las terribles guerras de religión que asolaron el continente, se ven desde hace doscientos años presas de las contradicciones de los Estados-nación. Recordemos al respecto que hace tres cuartos de siglo que Europa vivió su destrucción en la Segunda Guerra Mundial a causa de los nacionalismos y que en el presente asistimos a un peligroso repunte identitario.

Un ejemplo de las conexiones entre religión y nacionalismo, y sus perturbadoras consecuencias nos lo ofrece el tema propuesto. Describamos primero los hechos. La iglesia rusa ha roto con la constantinopolitana, que más que por su número de fieles es relevante por ostentar la herencia del antiguo Imperio bizantino. Por ello, jerárquicamente el patriarca de la que fue su capital, Constantinopla, actual Estambul, goza del privilegio de preeminencia entre las iglesias que siguen el credo ortodoxa, aunque en dicha tradición, forjada en oposición al Papado de Roma, tal  superioridad sea meramente simbólica.

La ruptura entre Moscú y Constantinopla se debe a que esta última ha aceptado liberar a la Iglesia de Ucrania de la subordinación que ha mantenido históricamente ante la rusa. La decisión obedece a un intento de acompasar a esas iglesias a las realidades nacionales hoy existentes, desde la implosión del Estado soviético. Una vez que el ideal de la revolución comunista cayó hecho añicos, la dialéctica nacionalista se hizo preponderante, dividiendo el antiguo imperio soviético en diversos Estados-nación, de los que Rusia y Ucrania son un ejemplo, trágico en la medida en que compiten por un reparto territorial, como la última guerra en el Donetsk y Crimea ha evidenciado.

Fue la Iglesia de Constantinopla la que en 988 bautizó al primer zar de las Rusias, otorgándole tal título, derivado del de César de la tradición imperial y que podríamos traducir como emperador. Aquel relevante acontecimiento se produjo precisamente en Kiev, la actual capital de Ucrania. El emperador de todas las Rusias, el zar, agrupaba entonces bajo su dominio a los eslavos del norte. Desde entonces hasta hoy, un milenio, esos eslavos han ido diferenciándose en lengua, cultura y costumbres, en un proceso similar al del resto de la Humanidad, desde que hace 200.000 años surgió en África el Homo sapiens.

Tal hecho no sería, por tanto, extraordinario. Sí que lo es, que desde hace dos siglos, conceptualizamos tal dinámica desde una visión nacionalista; es decir, primando el exclusivismo: los unos y los otros, nosotros y ellos, amigos y enemigos, etcétera; siendo incapaces de obviarlo y presos de unas categorías mentales que llevan irremediablemente a la violencia, a la competencia por unos territorios que consideramos privativos.  Por eso, las guerras nacionalistas son tan devastadoras, incluso mucho más que las religiosas, de las que proceden. En cualquier caso, tanto unas como otras, son una muestra evidente de las miserable condición humana.


jueves, 11 de octubre de 2018

La ingenuidad del gobierno

Ya les anuncié que uno de asuntos que se le complicarían al gobierno era el de los restos mortales del dictador. Y les dije mi opinión favorable a la exhumación del Valle de los Caídos, aunque también señalé que tal medida hubiera sido mejor hacerla a través de un gran consenso parlamentario, evitando a ser posible la fórmula jurídica del decreto-ley y prefiriendo una ley votada de una manera muy mayoritaria en las Cortes.

No fue posible así y todavía no ha sido desenterrado Franco, cuando los problemas se le amontonan al gobierno. El ejecutivo había negociado con la Iglesia que esta no se opusiese a la salida del dictador del Valle de los Caídos, aquel infausto complejo arquitectónico hecho a mayor gloria de uno de los bandos de una nefasta guerra por los perdedores cautivos.

Y así ha actuado la Iglesia, no impidiendo la futura exhumación. Pero, y aquí está la clave, no se si la secular institución ha engañado o al menos no ha impedido, que el gobierno termine cometiendo un grave error. En cualquier caso, sea una u otra, más que la Iglesia, que es parte interesada, la negligencia es imputable a un gobierno que es incapaz de pensar con antelación.

Nada más aprobarse el decreto-ley, la familia Franco ya reveló su intención de enterrar al dictador en la cripta de la Almudena, de Madrid. Esto era algo previsible, aunque parece que no para un gobierno incapaz de adelantarse a los hechos, trabajando con previsión y raciocinio. Un ejecutivo que también debería haber sospechado que la Iglesia, que a la par le abría el camino de la exhumación, le devolvería el problema al aceptar que Franco sea enterrado en la catedral de Madrid.

Porque ese es la relevante contrariedad a la que a partir de ahora nos enfrentaremos todos los demócratas: la existencia de un lugar de homenaje y culto del dictador en el corazón de la capital de España. Algo propiciado por un gobierno que peca de ingenuidad.


martes, 9 de octubre de 2018

Debate rehusado

La negativa del presidente del Gobierno a acudir al Senado para hablar sobre las circunstancias no aclaradas de su tesis doctoral, amparándose en cuestiones reglamentarias, da una idea cabal de la verdadera razón por la que Pedro Sánchez elude tal debate. Dicha cuestión incide en la mala praxis a la hora de referenciar sus citas en tal trabajo de investigación, que extiende ineludiblemente las sospechas de plagio.

lunes, 8 de octubre de 2018

La clave: las clases medias

Los resultados de la primera vuelta electoral en Brasil han confirmado los más malos presagios. Democráticamente, el candidato ultra, autoritario, racista, machista y homófobo, Jair Bolsonaro, ha arrasado con cerca del 47% de los votos emitidos, quedándose solo a poco más de tres para haberse ahorrado la segunda vuelta y haberse convertido ya en presidente electo.

Indudablemente, parte del éxito de tal candidato radica en el descrédito del Partido de los Trabajadores (PT), en el poder durante las décadas más espectaculares en cuanto a desarrollo del país americano, que traicionó a la sociedad con una generalizada corrupción, que incluso afectó al mejor líder de la izquierda actual, Lula da Silva.

Una vez que la justicia impidió presentarse a este último, condenado por corrupción, el PT recurrió a Fernando Haddad, que no solo no recogió el legado positivo de Lula, sino que en las últimas semanas hundió su voto, mientras el de Bolsonaro no paraba de crecer. El error estuvo en la estrategia del exalcalde de Sâo Paulo, que se dedicó en la recta final a movilizar el voto de los más pobres en el noreste del país, el menos desarrollado de ese gigante que es Brasil.  Lejos de ello, Haddad debe recuperar en la segunda vuelta a las clases medias, que rompieron con el PT por su corrupción. Solo así tendrá una opción para impedir que Brasil se hunda en el populismo de Bolsonaro.


viernes, 5 de octubre de 2018

Autocracia

A estas alturas, creo que no quedan dudas que impidan aseverar que en Cataluña no hay democracia. Un Parlamento cerrado, por voluntad y en defensa de los intereses de una persona, que desde Waterloo impone todas sus pretensiones, solo puede contemplarse como un evidente ejemplo de autocracia, en su plena definición terminológica: forma de gobierno en la que la voluntad de una sola persona es la suprema ley.

Y todo ello basado en un golpe de Estado parlamentario, implementado en dos jornadas de septiembre del año pasado. Un magnífico patrón, que debería ser objeto de estudio e instrucción pública, de como acabar con la democracia en nombre de la democracia.


miércoles, 3 de octubre de 2018

Menos pasmo y más observación

Andan los medios de comunicación asombrados porque una formación xenófoba ha arrebatado en masa a los votantes que hasta ahora optaban por el partido independentista de Quebec, en Canadá.  Hasta el punto, que la denominada Coalition Avenir Québec se ha alzado con la victoria en las últimas elecciones al parlamento regional, mientras que el Partido Quebequés se ha hundido en la cuarta posición.

Hasta ahí los hechos. Ahora la opinión. Y empezaré diciendo que no entiendo la conmoción. Es muy sencillo. Los votantes son los mismos, que no han mudado de opinión. Lo mismo ha pasado en Italia. La Liga que logró el segundo lugar en los últimos comicios con un discurso de odio al extranjero es la misma que hasta hace poco se llamaba Liga Norte y era un partido separatista del resto de Italia que acusaba a Roma, les suena, de robarles. Sus dirigentes cambiaron la estrategia de demonizar a los vagos sureños por la de culpar de todos los males a los inmigrantes que, a riesgo de sus vidas, surcan el mediterráneo de cualquier mala manera huyendo del infierno africano o de las guerras de Oriente Próximo.

El líder de la coalición xenófoba del Quebec, François Legault, fue ministro, de Educación para más señas, del gobierno autónomo de esa región que en dos ocasiones ha intentado separarse de Canadá. Ahora ha cambiado al enemigo: ya no es el canadiense de origen británico, sino el foráneo que intenta trabajar y prosperar en el primer mundo.

Los votantes de ayer y de hoy de Legault son los mismos. Cabe incluso que los haya incrementado, atrayendo sus cantos de sirena a más de un canadiense  de lengua británica, como la ex Liga Norte es votada ahora en masa en Nápoles y Sicilia. Su público son los millones de personas coetáneas que tienen incertidumbres y que son sensibles al discurso que   incide en achacar los males de la precarización al odioso otro, sea inmigrante o identitariamente diferente. 


Y lo peor es que ese mensaje cala cada vez más en unas sociedades coetáneas en las que el raciocinio deja paso a lo irracional, a los miedos y a los sentimientos. En unas colectividades posmodernas que cada vez confían menos en el análisis y donde la educación ocupa un lugar cada vez menos relevante, cuando no es directamente despreciada.  El populismo, en suma, que disfruta de sus dos caras con las que confundir a toda una civilización como la nuestra, nacida de la Ilustración, pero incapaz en los últimos tiempos de serenarse y hallar la fórmula que la salve, que en cualquier caso pasa por menos pasmo y más observación. Eso sí, teniendo también presente que es el propio fracaso de la Ilustración lo que nos ha llevado a la lamentable situación de nuestra sociedad.

martes, 2 de octubre de 2018

La sonrisa petrificada

La sensación en los medios de comunicación, expresada en las tertulias matinales, era que la violencia había irrumpido en el proceso soberanista catalán, tras los incidentes vividos anoche en el intento de asalto del Parlament y a la comisaría de Policía Nacional de Via Laetana. En muchos comentaristas se adivinaba un punto de inflexión, augurando consecuencias negativas para el independentismo. Así, parece confirmarlo la prensa extranjera, que si hace un año reflejó en las primeras páginas la violencia estatal, achacable a la incompetencia de un ministro del Interior, cuyo principal mérito era ser amigo del presidente del gobierno de entonces, ahora ha publicado la perpetrada por los más radicales separatistas.

Mala imagen para el proces, que es algo que las elites que lo han ejecutado han evitado cuidadosamente cometer, conscientes de que la violencia, como pasó con el independentismo vasco, aunque empieza siendo un instrumento valioso, termina por desacreditar a cualquier ideología.  Por ello, esos dirigentes publicitaron desde el primer momento que lo suyo era la revolución de la sonrisa. Y así se presentaron al mundo , al enemigo que han conformado -los españoles- aplicando el victimismo y sobre todo a ellos mismos, en un ejercicio de autoconvencimiento

Sin embargo, hubo también a muchos que no nos persuadió ese relato desde el principio, probablemente porque las ideologías no nos tienen tan anestesiados. Y así vimos y comprobamos que la violencia estaba en la esencia del proces, cuando el mismo 1 de octubre del año pasado, observamos también que hubo guardias civiles huyendo de los pueblos a tiros de piedra o agentes atacados con sillas, o a lo largo de este año muñecos colgados en los puentes, o en los últimos días, policías agredidos por manifestantes que les niegan la condición de seres humanos. O por el mero hecho de si en el balcón de al lado de casa, aparece izada una bandera, sea cual sea, ya me están señalando por mi escaso patriotismo, ya me están apuntando como elemento desafecto a la causa. 



La sonrisa estaba ahí, pero ya petrificada. Ahora para muchas más.