jueves, 30 de abril de 2020

Otra consecuencia negativa del Covid-19

Entre los efectos perniciosos de la crisis del coronavirus se encuentran los derivados del repliegue en sí mismos de los Estados, del mantenimiento de las fronteras. Un claro ejemplo lo vemos en África, un continente que de momento, presenta unas cifras bajas de afectados, comparadas con otras regiones del planeta y especialmente de Europa y Norteamérica, situadas en 35.000 positivos y 1.500 fallecidos.

Independientemente de esos números, que no por ser escasos dejan de ser dramáticos, conviene señalar que el continente ha paralizado la entrada en vigor del mercado común africano, que iba a permitir el libre comercio entre 1.300 millones de personas. Tal Acuerdo del Libre Comercio Africano iba a posibilitar sentar las bases de una nueva economía en el continente negro, capaz como ningún otro, de sacar a África de su secular pobreza y dependencia de Occidente, que históricamente ha tenido épocas atroces, como el colonialismo mostró.

Con el mercado común, África podría estimular el comercio interior del continente, que como hemos visto en otras regiones del mundo, es el preludio de su industrialización y salida de la pobreza universal. 

Ahora, todo ese ambicioso proyecto ha quedado paralizado por la crisis del Covid-19, atando a África a su triste destino. Sin duda, que se trata de otra consecuencia negativa de la pandemia que padecemos. Esperemos que solo sea momentánea.

miércoles, 29 de abril de 2020

Provincias

No deja de ser paradójico, que las provincias, tan vilipendiadas, se conviertan periódicamente en el sistema administrativo más recurrido en nuestro Estado. Ya lo fueron en unos difíciles momentos, los peores en los últimos cuarenta años, cuando apenas arrancaba la  transición democrática, y el gobierno de entonces, dirigido por Suárez, organizó las primeras elecciones democráticas en cuatro décadas, basándose en la elección de diputados y senadores en circunscripciones electorales que identificó con las provincias. La ley para la Reforma Política, aquella que derogó todas las leyes fundamentales franquistas, diseñada por Torcuato Fernández-Miranda, lo estableció así, y desde entonces cada cierto tiempo elegimos a los representantes de la soberanía nacional, el Congreso, y  también a los del Senado, votando por provincias.

Ahora, cuando vivimos otros duros momentos, a causa de la pandemia del coronavirus, el gobierno actual, dirigido por Pedro Sánchez, ha basado su plan de desescalada del confinamiento sufrido durante esta cuarentena, precisamente en las provincias. Tal hecho, no ha pasado desapercibido en el debate que predomina en nuestra sociedad, como ha quedado claro con las críticas que varios presidentes de comunidades autónomas han planteado por no haberse elegido el marco regional como el más idóneo para avanzar hacia la normalidad que ya parece atisbarse en nuestro horizonte.

La mala prensa de las provincias viene de antiguo. Los tradicionalistas decimonónicos las tacharon de imperialistas, como hizo Vázquez de Mella, al considerarlas una copia de los departamentos que creó la Revolución Francesa, aquella que dio inicio a la Edad Contemporánea. También fueron atacadas por los nacionalismos periféricos que hicieron ya en el siglo XX del regionalismo y del marco propio de ello su aspiración política, siendo las provincias una rémora para la construcción nacional que pretenden.  Asimismo, hubo insignes intelectuales, como Ortega y Gasset, que tacharon a las provincias de torpe tatuaje con las que se había maculado la piel peninsular.

Pese a todo eso, las vilipendiadas  provincias siguen ahí, con una envidiable mala salud de hierro, casi dos siglos después de que fueran creadas por Javier de Burgos, uno de aquellos liberales decimonónicos que hicieron de las luces de la Ilustración su guía frente a la oscuridad del Antiguo Régimen.

lunes, 27 de abril de 2020

Ciencia Ficción

La nueva dirigente de Ciudadanos, Inés Arrimada, pretende reconducir a su partido hacia el centro político, del que fue desplazado por su antecesor Albert Rivera. Este último, cegado por su pretensión de llegar a la Moncloa, desnaturalizó la formación emergente, convencido de que, solo superando al PP -el célebre sorpasso que nunca se produjo-, lograría su objetivo: ganar las elecciones y, consiguientemente ser presidente del gobierno.

Echemos la vista atrás: el 28 de abril de 2019, celebramos las penúltimas elecciones generales en España. En aquellos comicios, el PSOE sacó 123 escaños y Ciudadanos 57, que juntos suponían una sólida base de respaldo parlamentario de 185 escaños, casi una decena más que la mayoría absoluta.

Los líderes de los dos partidos, Pedro Sánchez y Albert Rivera, fueron no solo incapaces de alcanzar un acuerdo de gobierno, sino siquiera parlamentario. Lo que pasó después ya lo saben. Hubo nuevas elecciones. El PSOE bajó y Ciudadanos se despeñó.

Ahora les propongo una reflexión sobre lo que pudiera haber pasado si aquello no se hubiera frustrado. Habríamos tenido durante un año un gobierno de centro-izquierda con una envidiable estabilidad parlamentaria, de la que hoy carecemos, y nos habríamos enfrentado a la terrible calamidad sanitaria y económica que padecemos en mucha mejor posición.  Sin duda, habríamos tenido que, igualmente, pedir ayuda a la Unión Europea, pero lo habría hecho un gobierno perfectamente homologable a los que se dan en el continente desde hace muchas décadas. Un ejecutivo capaz de ser entendido mucho mejor por sus pares europeos.

Me dirán que eso es Ciencia Ficción. Y no les falta razón, pero déjenme decir que fue una pena dejar pasar aquella oportunidad.

martes, 21 de abril de 2020

La niebla de nuestra sociedad

No es sorprendente que la portavoz de la Generalitat sostenga públicamente que de haber sido Cataluña independiente, hubiera habido menos muertes en esa región. Forma parte de las miserias que vivimos estos días. Lo grave del caso es que lo diga una persona que milita en una formación, Junts per Catalunya, que convocó 15 días antes de decretarse el Estado de alarma una gran concentración de simpatizantes en Perpignan para celebrar el retorno de Puigdemont a la Cataluña que ella y otros ansían. Y que en el argumentario de Meritxel Budó destaque la crítica de que ellos, si no dependieran atrozmente de España, hubieran impuesto el confinamiento medio mes antes, que como todos sabemos fue  implementado el 15 de marzo, es decir, quince días antes del acto multitudinario de lo que algunos llaman la capital de la Catalunya Nord. 

Peor aún es que tamaño dislate no cale entre sus potenciales votantes, que sensibles a la falta de coherencia intelectual retirasen progresivamente su apoyo. Ahí, radica la dificultad a la que se enfrentan las sociedades contemporáneas, al encontrarse transidas de ideologización, que impiden a sus componentes comprender la realidad.  

Y no lo digo exclusivamente por la ideología nacionalista. Hemos tenido estos mismos días otros ejemplos. Por ejemplo, la liberal que le cuesta admitir que estamos combatiendo una terrible pandemia con una Sanidad Pública debilitada por años de recortes. O la socialista, incapaz de arropar como debiera a los millones de autónomos que estas semanas se empobrecen irremisiblemente. O, incluso, la feminista, que sigue sin reconocer que la concentración del pasado 8 de marzo fue un error, que facilitó la propagación del virus. O la también nacionalista, pero de otro nacionalismo, que congregó en Vistalegre a los militantes de Vox.

El problema no es la ideología, es la fuerte ideologización, que impide afrontar la realidad, como la niebla que dificulta la conducción. Y la relevancia que a la misma otorgamos en nuestras sociedades.

jueves, 16 de abril de 2020

Vuelve la política

Después de unas semanas en las que hemos visto la primacía de los criterios científicos en el debate sobre la epidemia del coronavirus, las consideraciones políticas  han vuelto a retomar su tradicional relevancia, justo cuando, una vez superado el punto más álgido de la crisis sanitaria, se ha planteado el crucial aspecto de como vamos a afrontar el intento de recuperación económica. Es decir, cuando se necesita proseguir con un debate social sumamente constructivo, como el existente hasta ahora, el retorno de la política, o al menos su dimensión más desprestigiada, amenaza con desbaratar los consensos necesarios ante la crisis, tras constatar que el diálogo entre las fuerzas parlamentarias no se ha iniciado con buen pie. De hecho, en un momento en el que necesitamos que todas, o al menos una gran parte de todas, las fuerzas políticas se apliquen en restañar diferencias, estas se agrandan.

Y como vamos a vivir en las próximas semanas todo un espectáculo en este sentido, tal vez convenga precisar algunos hechos difícilmente cuestionables. El primero y más obvio es que al gobierno le pilló desprevenido la llegada de la crisis, lo que pese a que venía desde la lejana China, tuvo como agravante que no fuimos el primer país europeo en vivir la crisis sanitaria. En aquellas semanas en las que vimos como la epidemia sobrepasaba a Italia, nuestro gobierno fue incapaz de articular una respuesta acertada, especialmente en el crucial asunto de los test. De hecho, todavía vamos con retraso en ese aspecto, a diferencia de otros países como Alemania. Y la terrible consecuencia de ello, es que aún desconocemos  el verdadero alcance de afectados en nuestro país, lo que es un serio hándicap para determinar cuando podremos superar la fase de confinamiento con garantías de éxito y afrontar la recuperación económica. 

Esta es. sin duda, la principal crítica que se puede hacer al gobierno Sánchez en esta crisis. Lo único que cabe añadir es si otro gobierno, de otro color político, hubiera actuado de otra manera, al menos con más celeridad.  Cabe plantearse, al menos como hipótesis, que no hubiera sido así, lo que nos devuelve al inicio de este artículo, en el que se resaltaba la importancia científica y se menguaba la de la política. Tal vez, una de las consecuencias positivas que debamos extraer de la crisis que vivimos, es devolver al saber la relevancia que se perdió hace mucho en nuestras sociedades contemporáneas, sacrificando lo académico al debate ideológico. Cuando hemos constatado las graves consecuencias del desmantelamiento del Estado, hecho igualmente indudable al ver hace un mes a nuestra otrora vigorosa Sanidad Pública al borde del precipicio, no debemos resignarnos a que las anteojeras ideológicas nos cieguen. Es, solo un ejemplo, pero hay muchos más, de la cortedad analítica de la política. 

jueves, 9 de abril de 2020

Mensaje e imagen

Una de las cosas peores que puede hacer el gobierno y menos en una situación extraordinaria como bajo un Estado de alarma, es emitir mensajes contradictorias. Se me podrá decir que estrictamente hablando no existe una oposición absoluta entre anunciar, como hizo la portavoz del ejecutivo, que el 26 de abril iremos recuperando espacios públicos , y lo anunciado hoy por el presidente en el Congreso de que después de esa fecha habrá que volver a prorrogar el Estado de alarma, porque es posible que el gobierno inicie bajo el marco legislativo excepcional la paulatina vuelta a una cierta normalidad. Pero, ese, es un mensaje complejo que no llega a la inmensa parte de una población que está haciendo un extraordinario esfuerzo, probablemente el mayor de sus vidas. Sería mucho más efectivo mandar mensajes unívocos que reforzaran la cohesión social.

Peor es aún que los partidos que conforman el gobierno no estén de acuerdo en la oportunidad de alcanzar un amplio acuerdo nacional sobre la salida económica de esta grave crisis, como hoy ha dejado claro Pablo Echenique quien ha sentenciado ante las Cortes que no veía la urgencia de ellos, cuando Pedro Sánchez convocaba la primera reunión para la próxima semana . Todo ello da una imagen poco seria ante el mundo, no solo del gobierno, sino de España.

lunes, 6 de abril de 2020

Personalizar

Priorizar en una noticia al protagonista de ella no es ni inusual, ni atenta contra la buena praxis periodística.  El ejemplo más claro, lo tenemos desde hace unos pocas horas, cuando se ha conocido que Boris Johnson ha sido trasladado a la UCI del St.Thomas’ Hospital, donde fue ingresado el domingo. Y así, ha sido destacado inmediatamente por todos los medios de comunicación.

Tampoco lo sería si en esa misma noticia se recordase que el primer ministro británico, del que esperemos su pronta recuperación, fue partidario en un principio de una estrategia no aislacionista ante la epidemia de coronavirus. Si no él personalmente, al menos su equipo más cercano, se mostró partidario de buscar la denominada inmunidad del rebaño, convencido de que la solución pasaba por la propagación del virus que solo acabaría con los más débiles, ya que la inmensa mayoría de la población lograría inmunizarse progresivamente. Más allá de ironías, cabe rememorar que tal estrategia no dañaría, ni a los más fuertes, ni a la economía.

En cambio, otra noticia personalizada, también del último día, no respeta los códigos deontológicos contemporáneos y parece retrotraernos al Antiguo Régimen, cuando los descendientes acarreaban para bien o para mal con la condición de sus ancestros. Me refiero a aquella que informa que la Comunidad de Madrid ha encargado la reordenación del sector de las residencias de ancianos a la hija del ideólogo de las privatizaciones sanitarias. En ningún caso, tal hecho se debe priorizar en una noticia y menos en titulares.

jueves, 2 de abril de 2020

Europa se mueve

Lentamente y a regañadientes, pero parece que Europa se mueve. Los miembros del Eurogrupo parecen dispuestos a poner a disposición de Italia y España los fondos MEDE, hasta 80.000 millones de euros, pero con una novedad relevante: sin condiciones. Es decir, sin hombres de negro y sin provocar la grave repercusión social de la crisis de 2008. Es un avance que cabría añadir a la decisión de una Holanda súbitamente  afectada de mala conciencia de donar 10.000 millones de euros. 

Estamos, pues, más cerca de una solución para salir de la grave crisis económica en la que nos ha metido el coronavirus. Uno de los padres de Europa, Jacques Delors, ya advirtió que si esta vez la Unión Europea volvía a fallar, se podría acabar con la misma idea de Europa. El que fue presidente de la Comisión dijo que supondría la vuelta del virus, de un virus peor que el coronavirus, el del fin de Europa.