jueves, 16 de abril de 2020

Vuelve la política

Después de unas semanas en las que hemos visto la primacía de los criterios científicos en el debate sobre la epidemia del coronavirus, las consideraciones políticas  han vuelto a retomar su tradicional relevancia, justo cuando, una vez superado el punto más álgido de la crisis sanitaria, se ha planteado el crucial aspecto de como vamos a afrontar el intento de recuperación económica. Es decir, cuando se necesita proseguir con un debate social sumamente constructivo, como el existente hasta ahora, el retorno de la política, o al menos su dimensión más desprestigiada, amenaza con desbaratar los consensos necesarios ante la crisis, tras constatar que el diálogo entre las fuerzas parlamentarias no se ha iniciado con buen pie. De hecho, en un momento en el que necesitamos que todas, o al menos una gran parte de todas, las fuerzas políticas se apliquen en restañar diferencias, estas se agrandan.

Y como vamos a vivir en las próximas semanas todo un espectáculo en este sentido, tal vez convenga precisar algunos hechos difícilmente cuestionables. El primero y más obvio es que al gobierno le pilló desprevenido la llegada de la crisis, lo que pese a que venía desde la lejana China, tuvo como agravante que no fuimos el primer país europeo en vivir la crisis sanitaria. En aquellas semanas en las que vimos como la epidemia sobrepasaba a Italia, nuestro gobierno fue incapaz de articular una respuesta acertada, especialmente en el crucial asunto de los test. De hecho, todavía vamos con retraso en ese aspecto, a diferencia de otros países como Alemania. Y la terrible consecuencia de ello, es que aún desconocemos  el verdadero alcance de afectados en nuestro país, lo que es un serio hándicap para determinar cuando podremos superar la fase de confinamiento con garantías de éxito y afrontar la recuperación económica. 

Esta es. sin duda, la principal crítica que se puede hacer al gobierno Sánchez en esta crisis. Lo único que cabe añadir es si otro gobierno, de otro color político, hubiera actuado de otra manera, al menos con más celeridad.  Cabe plantearse, al menos como hipótesis, que no hubiera sido así, lo que nos devuelve al inicio de este artículo, en el que se resaltaba la importancia científica y se menguaba la de la política. Tal vez, una de las consecuencias positivas que debamos extraer de la crisis que vivimos, es devolver al saber la relevancia que se perdió hace mucho en nuestras sociedades contemporáneas, sacrificando lo académico al debate ideológico. Cuando hemos constatado las graves consecuencias del desmantelamiento del Estado, hecho igualmente indudable al ver hace un mes a nuestra otrora vigorosa Sanidad Pública al borde del precipicio, no debemos resignarnos a que las anteojeras ideológicas nos cieguen. Es, solo un ejemplo, pero hay muchos más, de la cortedad analítica de la política. 

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