lunes, 23 de mayo de 2022

Esperanza

Dos elecciones democráticas celebradas en los últimos días en dos zonas del planeta muy diferentes arrojan una luz esperanzadora de que el ser humano contemporáneo sea capaz de dejar atrás la opresión identitaria. 


Tanto en Irlanda del Norte como en Líbano, lugares trágicamente convulsionados como pocos por los nacionalismos, los resultados electorales han supuesto el triunfo por primera vez del Sinn Fein, el antiguo brazo político del IRA, y la repetición de la victoria de Hezbolá, el partido  de Dios que a la vez es una poderosa milicia armada que en algunos aspectos supera al propio ejército estatal. Si lo primero indica un avance de apoyos del nacionalismo católico republicano, en el segundo caso se trata de una cierta erosión popular de la poderosa organización chií musulmana. Pero, en ambos casos, donde la religión aún insufla no poca energía a las identidades nacionales, lo relevante es que han crecido las fuerzas que piden dejar atrás el nacionalismo y centrarse en las cuestiones que afectan a los ciudadanos.


Si Irlanda del Norte lleva desde su constitución en 1921, hace ya más de un siglo, inmersa en su problemática binacional: británica e irlandesa, Líbano sufre lo mismo desde 1943, cuando logró romper amarras con Francia, cuyas autoridades diseñaron un marco constitucional trinacional: los chiíes, los igualmente musulmanes suníes y los cristianos. Desde esas respectivas fechas, la violencia ha marcado ambos lugares, contribuyendo a expandir la pobreza entre sus habitantes.


En Líbano, un 59% por ciento de la población se ha abstenido en los comicios del pasado domingo, evidenciando un hartazgo sobre las sectarias fuerzas políticas que pretenden perpetuar las diferencias identitarias, a la vez que diversos representantes de la revuelta de 2019 han logrado sacar escaños en el parlamento con planteamientos de defensa del Estado, no de una particular nacionalidad político-religiosa. En Irlanda del Norte, el Partido de la Alianza, que pretende obviar la dicotomía católica/protestante, ha logrado alcanzar en los comicios del 5 de mayo el 13% de los votos, convirtiéndose en la tercera fuerza política en el parlamento.


Son todavía resultados modestos en uno y otro lugar, pero son esperanzadores de que algún día podamos dejar atrás los nacionalismos, en aras del progreso del ser humano.

martes, 10 de mayo de 2022

Las chapuzas de la nueva izquierda

El espectáculo que está ofreciendo la nueva izquierda con la candidatura de coalición en Andalucía solo puede redundar en el descrédito que acumula desde su espectacular irrupción en las elecciones europeas de 2014 y generales de 2015. Desde entonces, ha ido progresivamente perdiendo confianza popular tras cada convocatoria electoral. Lo de ahora de Andalucía es, por tanto, un jalón más en ese camino hacia la nada.


Y no puede ser de otro modo, porque lo sucedido en Andalucía a la hora de presentar su candidatura solo puede calificarse como chapuza, ante lo cual lo electores andaluces pueden ver una premonición de cómo actuarían alcanzando cargos de responsabilidad.


No solo fueron incapaces de cumplir la legalidad llegando a tiempo para presentar la candidatura, enredados en sus eternas disputas, sino que el acuerdo alcanzado entre Podemos, Más País e Izquierda Unida se limita a un mero reparto de cargos, tareas y funciones, sin líneas programáticas ni ideológicas. En suma, un mero reparto de futuras prebendas. A eso han quedado reducidos los nuevos tiempos, la bocanada de aire fresco que supuso la irrupción del 11-M. Nunca tanto capital político fue derrochado tan rápido. De chapuza en chapuza.


domingo, 8 de mayo de 2022

Consecuencia del Brexit

La victoria del Sinn Fein en las elecciones de Irlanda del Norte es la última consecuencia del Brexit, en concreto de aquel referéndum en el que triunfó el nacionalismo inglés.


Afortunadamente, en los últimos tiempos estamos asistiendo a la rebaja de la idolatrada consideración de los referenda como instrumento de resolución democrático. Máxime si se utiliza en estrategias de superación de conflictos en los que los apoyos son cuantitativamente similares y en donde compiten nacionalismos de signo contrario.  


El referéndum de 2016 supuso la exaltación del nacionalismo inglés, creando lógicamente negros presagios sobre el futuro del Reino Unido, especialmente en lo referido a Escocia, donde una mayoría de sus habitantes era partidaria de la permanencia en la Unión Europea, y en Irlanda del Norte, donde los republicanos vieron con temor la vuelta de las fronteras en la isla.


Desde entonces, se incrementaron los recelos entre las comunidades protestante y católica del Ulster. Mientras, que los partidos republicanos han centrado su actividad en asegurar que Irlanda del Norte siguiera en el mercado común europeo, los unionistas han priorizado sus ataques contra el acuerdo entre la UE y Londres que establece los controles aduaneros en el mar que separa la isla de Irlanda de la Gran Bretaña. 


El Sinn Fein ha rentabilizado su apoyo a que los irlandeses del norte sigan disfrutando de las ventajas de permanecer en Europa, a la par que hibernaba sus aspiraciones de acabar con la soberanía británica sobre el Ulster. Es decir, moderando su nacionalismo irlandés y priorizando el discurso en los intereses materiales de los habitantes del Ulster. Todo lo contrario que han hecho los partidos unionistas, presos de la exaltación nacionalista que desató aquel referéndum, malhadado para el Reino Unido.


miércoles, 4 de mayo de 2022

Pegasus y la democracia

La denuncia del propio Gobierno Sánchez de haber sido espiado a través del programa Pegasus ha abierto una nueva dimensión al caso, más allá de que se planteen interrogantes preocupantes sobre la seguridad del propio Estado.


Relacionado con ello, está la evidencia de que nuestras altas instituciones han sido espiadas por países extranjeros, apareciendo en la prensa en estos días una serie de candidatos, entre los que destaca Marruecos por los contenciosos que separan a ambos Estados, lo que de poder confirmarse no debería sorprendernos mucho.


Otra dimensión es que esos extremos han restado singularidad a las sospechas de espionaje sobre el independentismo catalán, bien porque este pueda ser imputado a gobiernos extranjeros o porque tales prácticas estarían bajo autorización judicial. Sin embargo, los partidos independentistas no parecen dispuestos a rebajar el victimismo del que han hecho gala en las últimas semanas. Ahí, tienen las declaraciones de Rufián, señalando que el caso pone en peligro la democracia. Sin embargo, lo dicho por el portavoz parlamentario de ERC tiene al menos la virtualidad de reconocer que España es una democracia. Lo que no es poco.