lunes, 30 de marzo de 2020

Tocado

El gobierno empieza a presentar síntomas de estar tocado. La crisis del coronavirus, tan demoledora como inesperada, amenaza con dejarle sonado. Este fin de semana ha mostrado ya los síntomas.

Elaboró a marchas forzadas un decreto-ley sobre el que, antes de su mera ejecución, tuvo que aplicar una moratoria por la inseguridad que creaba su implementación. Y, lo que es peor, en estos días el gobierno ha perdido el mayor bien del que gozaba: la práctica unanimidad social de apoyo a sus medidas, exceptuando como era previsible una parte de la oligarquía independentista catalana. Salvo ese extremo tan ideologizado, el debate público había cerrado filas en torno a Pedro Sánchez, como el ungido para liderar la crisis que padecemos. Ahora, tiene en contra a los empresarios, al PP y a un PNV, que fue uno de los partidos que le invistió. Detalle este último, no más importante que los anteriores, pero sí más relevante si tenemos en cuenta la ajustada mayoría que le otorgó la presidencia del gobierno.

viernes, 27 de marzo de 2020

Más Ciencia, menos ideología

Entre las consecuencias positivas de la crisis del coronavirus, que también las hay,  quiero destacar dos que ya estamos experimentando. Una primera, es que ya predominan los hechos sobre las opiniones. Y eso es así, desde que en el debate público prevalecen los criterios científicos, los sanitarios en este caso, sobre los políticos, aunque efectivamente no hayamos conseguido acallar del todo a estos últimos.

Y una segunda redunda en lo anterior y hace referencia al cambio de era que se produjo en la humanidad al final del siglo XVIII. Aquel siglo fue calificado con toda razón como el de la Ciencia y de la Ilustración. En 1789 llegó la Revolución francesa, dando inicio a lo que se llamó la Edad Contemporánea, en la que paulatinamente la relevancia científica, sin que dejara de desarrollarse la Ciencia, dejó su protagonismo a la ideología, al mundo de la opinión, como quedó manifiesto con el Romanticismo y las posteriores Vanguardias artísticas.

Por eso, es grato ver en estos días a la Ciencia recuperar su trono. Incluso, aquellos que han demostrado unas anteojeras ideológicas a prueba de todo, parecen recular: lo hizo hace unos días Boris Johnson, enfermo de Covid-19, y lo hace ahora también Quim Torra. Hoy, la Generalitat ha pedido la ayuda del Ejército español. Los catalanes se lo agradecerán. 

jueves, 26 de marzo de 2020

Más miserables

La grandes crisis despiertan en algunos casos los mejores comportamientos del ser humano. El ejemplo más evidente es el que nos muestran a diario la práctica inmensa totalidad de los sanitarios de este país ante la pandemia del coronavirus. Pero, también, en otros casos, los peores comportamientos de ese ser, denominado paradójicamente Homo Sapiens Sapiens.

Son actitudes miserables de las que ya he escrito en este mismo blog. Hoy lo vuelvo a hacer cuando leo en la prensa que ha sido apedreado un convoy de ambulancias que transportaba a 28 enfermos ancianos a su llegada a la localidad gaditana de la Línea de la Concepción. Según cuentan las crónicas periodísticas, varias personas, al menos tres, participaron en tal acción e incluso interpusieron un vehículo en el camino de las ambulancias que llevaban a los enfermos de Covid-19. Salvado este imprevisto y una vez llegados a su punto de destino, una residencia de ancianos, los enfermos tuvieron que oir a una cincuentena de personas protestar por haberlos traído a la Línea de la Concepción desde Alcalá del Valle, donde se ha dado uno de los peores brotes de coronavirus.

Los autores de esos incidentes son sencillamente unos miserables.

lunes, 23 de marzo de 2020

Se cayó del guindo

Ha tardado, pero finalmente se ha caído del guindo. Boris Johnson ha rectificado su política conducente a permitir el contagio masivo del coronavirus en busca de la inmunidad de los más fuertes, decretando el aislamiento de la población británica. El temor al previsible colapso del sistema sanitario británico ha obligado al primer ministro a poner los pies en el suelo.


Afortunadamente, la Ciencia, el demoledor informe del Imperial College, se ha impuesto a la ideologización nacionalista, desatada con todo ímpetu por la convocatoria del referéndum del brexit.  

sábado, 21 de marzo de 2020

Miserables

El hecho de que Ada Colau haya recurrido al ejército español para montar un hospital de campaña para indigentes barceloneses no debe ser motivo de crítica, ni de chanza. Es una sensata decisión de alto contenido social y de higiene pública que solo puede ser aplaudida. Incluso, recordando que hace año y medio se opuso y con éxito a la presencia de ese mismo ejército en un salón educativo celebrado entonces en la capital catalana. Ese extremo, tan solo mostraría que la alcaldesa de Barcelona ha experimentado, tras unos años de ejercicio, un proceso de maduración en su tarea y consiguiente desideologización, extremo que no tiene porqué ser censurable. 

Tal vez la crisis del coronavirus nos permita comprender lo idolatrado que tenemos a las  ideologías, algo consustancial en los últimos dos siglos. Si fuera así, nos libraríamos de un fardo y sabríamos sacar partido a la tragedia que nos asuela. Ante determinados problemas, como la mortandad que se avecina, es un atraso conservar las anteojeras ideológicas y no aprovechar, por ejemplo, al ejército para hacer tareas sociales. Es más, tal como serán de catastróficas las consecuencias económicas, sobre todo para los más desfavorecidos, todo aquello que ayude a superar cuanto antes el panorama desolador que tenemos, debiera ser bienvenido. 

No con ello, estoy propugnando el fin de las ideologías. Al contrario, entiendo que la crisis del coronavirus nos hará comprender que reducir los instrumentos estatales es suicida. Si nuestro sistema sanitario, creado por los gobiernos socialistas de la década de los ochenta y la implementación que de ello hizo Ernest Lluch, miserablemente asesinado por el terrorismo, fuera inexistente, no quiero pensar en que lamentables condiciones hubiéramos hecho frente a la situación actual. Y en consonancia pienso en otros países, como Estados Unidos, que unas anteojeras ideológicas de extremo liberalismo, pueden traducirse en una indefensión brutal de la población con menor renta.

Tampoco por ello, convendría demonizar a ese mismo liberalismo que en el siglo XIX y en la Inglaterra victoriana, conceptualizó la salud pública, algo que hoy más que nunca agradecemos, máxime si comparamos a aquellos británicos con los de hoy o al menos a su gobierno que aún se resiste a su desarrollo, confiado en una política sanitaria basada en la supervivencia de los más fuertes, de resabios innombrables y engarzados en otra ideología que sembró de cadáveres el siglo XX.

Sí, hablo del nacionalismo, del que en los últimos días hemos tenido varios desalentadores ejemplos en nuestro país. Desde aquellos que se regocijan que de Madrid se va al cielo o que quieren escupir a la cara de los soldados, hasta aquellos paranoicos del color amarillo o que exigen que los catalanes queden confinados en sus casas, cuando llevan días así por su condición de ciudadanos españoles. Se trata de personas enormemente ideologizadas, de unos miserables, que lo único que pretenden es enfrentarnos, enfangarnos en nuevas guerras  y propiciar una violencia que incluso supere en víctimas al coronavirus.


jueves, 19 de marzo de 2020

Imperial College

La aparición de un informe del Imperial College, una de las diez universidades más prestigiosas del mundo, a quien debemos entre otras cosas la penicilina, ha servido para que Boris Johnson y Donald Trump empiecen a recular en su política sobre el coronavirus. Parece que se están replanteando su inicial rechazo a tomar medidas de aislamiento de la población y a poner en duda sus tesis iniciales, consistentes en dejar que sea la propia población, o al menos los más fuertes, la que termine inmunizándose al Covid-19, superando así la crisis.

Para ello, ha mediado el estudio del Imperial College que vaticina, si no se toman medidas, un escenario estremecedor: 250.000 muertos en el Reino Unido y un millón cien mil en Estados Unidos.


Por cierto, tal informe ha tenido una mínima difusión entre los medios españoles, aunque paradójicamente llevan días informando casi monográficamente de la pandemia.

martes, 17 de marzo de 2020

El plebiscito del sátrapa

El sátrapa ruso ya tiene fecha para su plebiscito, con el que pretende perpetuar su poder. Será el 22 de abril, si el coronavirus no lo impide. El Tribunal Constitucional ruso, si merece ese nombre, ha validado la reforma con la que Putin pretende alargar su mandato, después de dos décadas de mando, otros doce años. Y lo ha hecho argumentando que así lo querría el pueblo.


Claro, mediante un referéndum, plebiscito que, no tengan duda, ganará. Lo digo para todos aquellos partidarios de la democracia directa.

lunes, 16 de marzo de 2020

Enfrentarse al coronavirus

El método que estamos desarrollando en España para afrontar la pandemia del coronavirus es similar al que han llevado a cabo en otros estados, especialmente los más cercanos, como muestra el caso de Italia, aunque hayamos tardado más en ponerlo en marcha, a diferencia de Corea del Sur cuya prontitud ha permitido al país asiático ver ya la luz al final del túnel. Más allá de matices, relevantes en cualquier caso,  podríamos definir el método de aislamiento, emprendido por todos estos países, como aquel que centra su atención en la salud pública, un concepto creado en el siglo XIX por liberales reformistas ingleses, como Edwin Chadwick, para combatir los efectos perniciosos de la industrialización, como el hacinamiento en las grandes ciudades surgidas entonces, y que hundía sus raíces en la Ilustración. 

El gobierno español también ha puesto su foco en este concepto. De ahí, que su principal argumentación del Estado de Alarma dictado, resida en salvar vidas, motivo loable donde los haya. Por ello, el aislamiento impuesto, como la forma de detener la epidemia, lo que nos permitirá evitar muertes, especialmente de un virus que ha demostrado una inusitada capacidad de propagación a través del contagio.

Hoy por hoy parece la fórmula más razonable de enfrentarse al coronavirus. Pero existen otras formas, como demuestra el caso del Reino Unido. Londres ha decidido no seguir la pauta mencionada y parece optar por lo que denomina la “inmunidad del rebaño”. Es decir, dejar que actúe el Covid-19 hasta que la mayoría de la población se inmunice, basándose en que  el coronavirus solo tiene una ligera mortandad, mínimamente superior a las gripes comunes. Incluso, parece que las autoridades británicas han hecho cálculos y esperan que, ya sea este invierno o cuando vuelvan los fríos, el Covid-19  terminará por infectar a 40 millones de británicos, de una población total cercana a los 68 millones. De los primeros, calculan que morirán un 1 por ciento, es decir, 400.000 personas. El resto se convertirán en inmunes y sobrevivirán.

Evidentemente tal planteamiento está muy alejado del concepto de salud pública que el liberalismo británico decimonónico desarrolló. En cambio, el gobierno de Boris Johnson parece haberse inspirado en concepciones de perpetuación de los más fuertes, con un cierto sabor añejo al viejo ideal espartano, por cierto tan grato a los nazis y tan alejado del pensamiento ilustrado.

En cualquier caso, la opción del gobierno británico sí tiene una virtualidad, que es la preservación de la fortaleza económica, punto flaco de la senda por la que se ha encaminado el resto del mundo, incluida España, que pagará un alto precio social por la derrota del virus. 

Tal vez el brexit y la necesidad de demostrarse a si mismos y al mundo que los británicos no se equivocaron, refugiándose en su nacionalismo, anide en la explicación del camino que ha tomado Londres.



viernes, 13 de marzo de 2020

Estado de Alarma

Por fin, el gobierno va a decretar el Estado de Alarma. Con ello, el ejecutivo se dota de los instrumentos necesarios para afrontar la crisis del coronavirus. Y sobre todo, ofrece una actitud de seriedad para enfrentarse a lo que vendrá y transmite serenidad, cuestión fundamental, a los agentes económicos. Porque no lo olvidemos, cuando esto pase, lo más grave serán las tremendas consecuencias económicas que pagaremos.

miércoles, 11 de marzo de 2020

En nombre del nacionalismo ruso


El sátrapa de Putin, ese señor que pretende sojuzgar a Europa, ha vuelto a poner en marcha una reforma legislativa en su país para permitirle continuar en el poder y poder culminar la revancha rusa tras la implosión de la Unión Soviética y la caída del telón de acero. 

De eso hace tres décadas, en las que el nacionalismo ruso se ha rearmado, aspirando a volver a tener una posición hegemónica en Europa, Para ello, Putin no duda en recurrir a interferir en los procesos electorales de los estados a los que aspira a desestabilizar como hemos experimentado también en España.

Ahora, volverá a cambiar la Constitución rusa para prolongar una vez más su poder. Para ello, convocará un referéndum que, indudablemente ganará, y después elecciones en las que vencerá, más allá de que lo consiga impidiendo el concurso de la oposición en igualdad de condiciones. Detalles menores para quien juega con los plebiscitos y en general con las urnas con el único objetivo de engrandecer su poder en nombre del nacionalismo ruso. 



martes, 10 de marzo de 2020

La economía, imbécil, es la economía

Por fin he escuchado a un miembro del gobierno hacer unas declaraciones en las que pone el suficiente realce en las consecuencias económicas negativas de la epidemia de coronavirus. Ha sido la vicepresidenta Nadia Calviño, quien ante los agoreros del apocalipsis ha sentenciado: “No se trata de tomar medidas que no tienen efecto sobre la enfermedad y tienen impacto negativo sobre la economía”.

Porque ese es, hoy por hoy, el principal problema del coronavirus: su vertiente económica, más que la sanitaria. ¿En cuanto se ha reducido el Producto Interior Bruto de este país en dos sermanas? Los expertos lo terminarán cuantificando, pero sin duda que la cifra será elevada, empobreciendo a muchos, especialmente a los más desfavorecidos, como siempre.

Por eso, se puede criticar a un gobierno, más allá de la responsable labor de las autoridades sanitarias, que le ha costado aceptar la gravedad de lo sucedido. La economía, imbécil, es la economía.


martes, 3 de marzo de 2020

Irracionalidad

Más allá de que toda pérdida de vida humana sea dramática, las consecuencias económicas del coronavirus son, hoy por hoy, más perniciosas. De hecho,  de seguir con la pauta de las dos últimas semanas, estas amenazan con provocar más estragos que, como siempre, se cebarán más en los más desfavorecidos del sistema económico.

Lo vivido estos días, especialmente, en las bolsas mundiales solo puede ser calificado de una manera que incide en lo irracional, algo en lo que nuestras sociedades contemporáneas parecen instalarse cada vez más con mayor comodidad.

Máxime si tenemos en cuenta lo poco que queda en el hemisferio norte para el fin del invierno, momento en el que el virus, como el de la gripe, tendrá una menor capacidad de transmisión, tal como las voces académicas empiezan a señalar. Se podrá replicar, entonces, que el problema pasará al hemisferio sur, y así, según el ciclo anual, de uno a otro, consecutivamente, hasta que los científicos sean capaces de lograr una vacuna.

Hasta entonces, nos conviene no incrementar gratuitamente las consecuencias económicas, que al final, debido a la estulticia humana, pueden ser infinitamente peores que las sanitarias.


lunes, 2 de marzo de 2020

Puigdemont, en Cataluña

Dos años y cuatro meses después, Carles Puigdemont regresó a Cataluña. Lo vimos este fin de semana en Perpiñán, localidad que los independentistas consideran parte irrenunciable de Cataluña, sin importarles lo que piensen los franceses, demostrando una vez más que todo nacionalismo es en esencia conflictivo. Unos independentistas que hasta en número de cien mil se congregaron el sábado en la localidad del sur de Francia para respaldar a su líder, huido de la Justicia española.

Esos cien mil independentistas jalearon a quien consideran el mandatario de la República catalana que ansían, mientras el mensaje del líder despreciaba la mesa de diálogo que el gobierno de Pedro Sánchez ha creado con ellos. Incluso, ovacionaron la intervención de la exconsejera Clara Ponsatí, igualmente prófuga de la Justicia, quien calificó de engaño tal foro negociador.

¿Puede haber alguien que a estas alturas crea el eslogan de Spain, sit and talk, publicitado por el independentismo? Es más, ¿puede haber alguien que siga otorgando marchamo democrático a un movimiento enraizado en forzar la independencia, pese a quien le pese? En Perpiñán, la sonrisa de la revolución quedó plenamente retratada.


Una sonrisa amarga para todos aquellos, españoles o franceses, que no comulguen con ese postulado, que invariablemente e unilateralmente debe ser logrado, independientemente de que haya una mayoría o una minoría de catalanes favorable. Y por supuesto, pese al Estado de Derecho, ese sistema jurídico-político de libertades y derechos que les impide triunfar.