miércoles, 3 de octubre de 2018

Menos pasmo y más observación

Andan los medios de comunicación asombrados porque una formación xenófoba ha arrebatado en masa a los votantes que hasta ahora optaban por el partido independentista de Quebec, en Canadá.  Hasta el punto, que la denominada Coalition Avenir Québec se ha alzado con la victoria en las últimas elecciones al parlamento regional, mientras que el Partido Quebequés se ha hundido en la cuarta posición.

Hasta ahí los hechos. Ahora la opinión. Y empezaré diciendo que no entiendo la conmoción. Es muy sencillo. Los votantes son los mismos, que no han mudado de opinión. Lo mismo ha pasado en Italia. La Liga que logró el segundo lugar en los últimos comicios con un discurso de odio al extranjero es la misma que hasta hace poco se llamaba Liga Norte y era un partido separatista del resto de Italia que acusaba a Roma, les suena, de robarles. Sus dirigentes cambiaron la estrategia de demonizar a los vagos sureños por la de culpar de todos los males a los inmigrantes que, a riesgo de sus vidas, surcan el mediterráneo de cualquier mala manera huyendo del infierno africano o de las guerras de Oriente Próximo.

El líder de la coalición xenófoba del Quebec, François Legault, fue ministro, de Educación para más señas, del gobierno autónomo de esa región que en dos ocasiones ha intentado separarse de Canadá. Ahora ha cambiado al enemigo: ya no es el canadiense de origen británico, sino el foráneo que intenta trabajar y prosperar en el primer mundo.

Los votantes de ayer y de hoy de Legault son los mismos. Cabe incluso que los haya incrementado, atrayendo sus cantos de sirena a más de un canadiense  de lengua británica, como la ex Liga Norte es votada ahora en masa en Nápoles y Sicilia. Su público son los millones de personas coetáneas que tienen incertidumbres y que son sensibles al discurso que   incide en achacar los males de la precarización al odioso otro, sea inmigrante o identitariamente diferente. 


Y lo peor es que ese mensaje cala cada vez más en unas sociedades coetáneas en las que el raciocinio deja paso a lo irracional, a los miedos y a los sentimientos. En unas colectividades posmodernas que cada vez confían menos en el análisis y donde la educación ocupa un lugar cada vez menos relevante, cuando no es directamente despreciada.  El populismo, en suma, que disfruta de sus dos caras con las que confundir a toda una civilización como la nuestra, nacida de la Ilustración, pero incapaz en los últimos tiempos de serenarse y hallar la fórmula que la salve, que en cualquier caso pasa por menos pasmo y más observación. Eso sí, teniendo también presente que es el propio fracaso de la Ilustración lo que nos ha llevado a la lamentable situación de nuestra sociedad.

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