lunes, 10 de mayo de 2021

Somos el tiempo que nos queda

Despedir al mejor poeta en lengua española de los últimos setenta años no es fácil, aunque podemos empezar por uno de sus títulos: “Somos el tiempo que nos queda”, con el que agrupó sus poesías completas. Parafraseándole podemos sostener que efectivamente es así. No ya por su muerte física, sino porque desde el domingo somos mucho menos todos aquellos que utilizamos la misma lengua, que él abrió a dimensiones desconocidas, como en el sugerente título de una de sus novelas más afamadas: “Ágata ojo de gato”. O el “Diario de Argónida”, donde nos sumergió en una nueva atlántida que estaba a la vista desde su casa, pero de la que el resto de los mortales no habíamos vislumbrado nada hasta entonces en nuestra proverbial ceguera.


Por no hablar de sus memorias, un género en el que brilló con igual intensidad que en su poesía. “Tiempo de guerras perdidas” es la constatación del fracaso del ser humano, confirmado por alguien que desde los presupuestos más ilustrados entrevé la desesperación de lo existente. O como un grito desgarrado, formulado en “Entreguerras”, porque ese es el período de tiempo natural de ese mismo ser, continuamente enfrentado a sus errores. 


La discordia del poemario “Campo de Agramante” es de nuevo la constatación de esa fatalidad, de la que protestó infinitas veces, con una vitalidad que no era contradictoria con el ejemplo de sus antepasados, aquellos tumbados que prefirieron mirar al mundo desde la cama. Descanse en paz.


1 comentario:

  1. Muy bueno, Juanjo. En esos laberintos de fortuna seguimos. Un abrazo

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