Como si no hubiera habido descanso, hoy nos hemos despertado con una nueva campaña electoral. De nuevo, los partidos piden el voto y se enfangan en sus descalificaciones mutuas. La sensación de día de la marmota es inevitable y sin embargo en las elecciones del próximo 26 de mayo nos jugamos mucho: la construcción o deconstrucción de Europa, como ha advertido Macron.
Está, ahí, la posibilidad real de continuar el camino que ha permitido la creación de una entidad, como la Unión Europea, con los mayores estándares democráticos y garantizadores del estado de derecho de los que ha gozado la humanidad. También tenemos el riesgo de regresar a una Europa dividida, fraccionada y enfrentada por los nacionalismos, como la que en 1940 arrasó el viejo continente.
Depende de nuestro voto.
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