sábado, 6 de agosto de 2022

La isla hermosa

Más allá de comentar que Nancy Pelosi ha dado a China una oportunidad para elevar el nivel de crisis mundial y de valorar a la luz de los hechos una de las proclamas del feminismo, a saber que un mundo gobernado por mujeres sería mucho menos violento, conviene rescatar el blackground del conflicto existente en torno al estrecho de Taiwán, sin perder de vista que conforme se acerque la fecha de 2049, cuando Pekín se ha propuesto reunificar China coincidiendo con el centenario de la República Popular, las posibilidades de enfrentamiento bélico entre Estados Unidos y el gigante asiático aumentarán progresivamente.


Ese sombrío horizonte, que la presidenta de la Cámara de Representantes norteamericana ha azuzado con su visita a Taiwán, debería hacer reflexionar a Estados Unidos, porque si algo ha mostrado la actual crisis es el reforzamiento de las sinergias  ruso-chinas, coincidiendo además con la Guerra de Ucrania, lo que eleva aún más el nivel de provocación de la jefa de los demócratas en el Capitolio.


Fue el secretario de Estado norteamericano, Henri Kissinger quien en 1971 desactivó el frente chino-soviético, visitando Pekín, relegando a cambio el peso internacional de Taiwán y dando la bienvenida en la escena internacional a la China comunista, que a partir de entonces contó con un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, organismo a través del cual ostentan el poder los vencedores de la Segunda Guerra Mundial. No conviene olvidar que el contencioso de Taiwán surge de la Guerra Civil china, que se saldó con la huida de los nacionalistas chinos a la isla y la victoria de los comunistas en el continente. Es, por tanto, en principio, un asunto interno chino, más allá de que entre las nuevas generaciones taiwanesas crezca un sentimiento independentista frente a la China comunista, algo no respaldado de una manera mayoritaria, máxime entre los chinos emigrados desde el continente en 1949, pero tampoco entre los ya nacidos insulares a partir de esa fecha.


¿Significa eso que Estados Unidos debe aceptar la reunificación china en aras de impedir una alianza ruso-china lesiva para Occidente? ¿Debemos desde Europa y norteamérica mirar hacia otro lado mientras se pone en peligro la democracia en Taiwán? Pelosi entiende que no, que el valor de la defensa de la democracia está por encima de las sombrías perspectivas de un enfrentamiento mundial con China y Rusia, en el que se dirimiría definitivamente la hegemonía del planeta.


El mundo occidental, desde que arrancó la edad contemporánea, trata de exportar a todo el mundo los dos pilares de su fundamentación política: la nación y la democracia. ¿Qué ocurre cuando estos son contradictorios? Esa es la gran pregunta que deberíamos responder, ante una isla en la que el Partido Nacionalista -Kuomitang- renunció a ser el partido único de la isla, iniciándose una transición democrática a partir de 1987. Una isla que además ha sufrido la colonización en diversas etapas de su historia, desde que en el siglo XVII fue tomada por los holandeses, después de que en el siglo anterior fuera avistada por marineros portugueses en busca de las islas de las especias, llamándola la isla Hermosa, en su lengua Formosa. El control del comercio con China se convirtió así en crucial para las potencias occidentales, hasta que a finales del XVII, la dinastía imperial china Qing la anexionó. Desde entonces, formó parte de China hasta que en 1895, tras la primera guerra entre ese país y Japón, fue cedida al segundo de ellos, que puso las bases de la industrialización de la isla mediante un duro régimen represivo a la población. La derrota japonesa en la Segunda Guerra Mundial supuso la devolución a China de la isla de Formosa, que permaneció reunificada al continente durante cuatro años, hasta que la Guerra Civil las volvió a separar.  Por último, cabe recordar que el colonialismo se basa en la negación de la nacionalidad del ocupado y en la suprema dimensión que adquiere para el ocupante, también llamada imperialismo.


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