lunes, 1 de agosto de 2022

La hidra nacionalista

23 años después del fin de la Guerra de Kosovo, nos volvemos a sobresaltar con los disturbios  entre la minoría serbia y la mayoría albanesa en ese rincón del planeta, confirmando la dificultad que tiene el ser humano contemporáneo de superar los nacionalismos.


Sin duda que es la maldición que padecemos desde que hace dos siglos irrumpieran las naciones en el debate social, siendo responsables de una época marcada por la violencia, cuyos más tristes ejemplos fueron las dos guerras mundiales y que hoy día volvemos a sufrir con la Guerra de Ucrania.


El último estallido en Kosovo tiene como causa la decisión de su gobierno de no reconocer otros documentos identificativos que no sean los expedidos por su administración, lo que ha provocado la respuesta violenta de los serbios que viven dentro de unas fronteras kosovares que no son reconocidas de una manera completa por la comunidad internacional, como evidencia el caso de España.


Kosovo declaró unilateralmente su independencia de Serbia, siendo apoyada por Estados Unidos, pero no por Rusia. Desde entonces, reproduce los problemas que padeció bajo la administración serbia, cuando esta no reconocía las singularidades albanesas, ahora practicándolo contra la minoría serbia que quedó en lo que considera su territorio. 


A principios del siglo XX, la Primera Guerra Mundial acabó con los imperios, tachados de jaula de los pueblos, proclamándose que las naciones lograrían un mundo más justo. Las naciones del siglo XXI siguen oprimiendo igual, sin que existan perspectivas de mejora, salvo las construcciones supranacionales, como la Unión Europea evidencia.


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