viernes, 16 de septiembre de 2022

68 años después

Fijarse en dos momentos diferentes de la Historia tiene las ventajas de poder extraer similitudes y diferencias. Les invito a a retrotraerse a 1954 a la ciudad de Pekín, cuando el entonces dirigente de China Mao Tse Tung recibió a Nikita Jrushchov, el líder de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Era la primera vez que el sucesor de Stalin, al frente de la mayor potencia de los países comunistas, visitaba China y en el curso de ella quedó patente quien mandaba en el bloque del Este. Es cierto, que en aquel encuentro quedó en evidencia que no existía sintonía entre ambos líderes, pero Mao no se atrevió a desafiar a Jrushchov, aunque el líder chino fuera partidario de una intensificación de la confrontación con Occidente. El dirigente ruso, en cambio, a punto de iniciar la desestalinización de la URSS, prefería contemporizar con Estados Unidos.


Ahora en 2022, en la ciudad uzbeka de Samarcanda, bajo el liderato de China, se han reunido los ocho países integrantes de la Organización de la Cooperación de Shanghái (OCS), en la que participan cinco exrepúblicas soviéticas (Rusia, Kazajistán, Kirguizistán, Tayikistán y Uzbekistán), India y Paquistán, además de China. En el curso de la misma, Putin admitió ante el dirigente chino, Xi Jinping, que comprendía las preocupaciones de Pekín por la beligerancia de Rusia. 68 años después, los papeles se han invertido: China es ya la líder del mundo no occidental y Rusia una mera potencia segundona.


Sin duda que el fiasco de Rusia ante una Ucrania apoyada militarmente por Occidente, que ha conseguido darle la vuelta a una guerra que parecía al principio un mero paseo militar de Moscú, ha estado muy presente en el encuentro de Samarcanda. China es la que ahora pide estabilidad en el tablero internacional, mientras espera con paciencia oriental el fin del Taiwán independiente.


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