sábado, 13 de enero de 2024

Los hutíes

La milicia huti ha saltado al foco de atención occidental tras el ataque de una coalición internacional, liderada por los Estados Unidos, en represalia por haber puesto en peligro el tránsito comercial en el sensible mar Rojo, lo que ha llevado a numerosas navieras a verse obligadas a optar por la ruta mucho más larga de la circunvalación de África doblando el cabo de Nueva Esperanza. Tal consecuencia tensiona los mercados e incrementa la espiral inflacionista que padece prácticamente el planeta entero y repercute en el aumento de la pobreza, especialmente de los más desfavorecidos. Se desconocen aún el número de fallecidos en el ataque de ayer contra seis decenas de instalaciones militares de la milicia Ansar Allá, los Partidarios de Dios, como formalmente se denomina el brazo armado de los hutíes, quienes habían respondido al ataque israelí en Gaza, con más de 20.000 muertos, tres meses después del golpe perpetrado por Hamas contra colonos judíos que se saldó el 7 de octubre pasado con más de un millar de fallecidos. Hoy, proseguían las represalias contra los hutíes.


Los hutíes componen más del 30%  de la población de Yemen, un estado fallido -uno más- del sur de la península arábiga, especialmente numerosos cuanto más al norte del país, aunque controlan desde 2014 Saná, la capital. Un año después, Arabia Saudí, el país árabe que encarna la ortodoxia sunní musulmana, entabló una guerra, que formalmente aún perdura, con el objetivo de reducir a los hutíes, algo que se ha mostrado infructuoso, e impedir que se hicieran con el control total del país ocupando el relevante puerto de Adén, desde donde un gobierno, heredero del que gobernó todo Yemen antes de la descrita guerra civil y que se ha aliado con los separatistas del sur del país, mantiene la resistencia contra Ansar Allá, que ha impuesto un régimen teocrático y fundamentalista en la zona norte de Yemen. Los hutíes están considerados chiíes, una de las dos principales ramas musulmanas, y su gobierno en Saná es apoyado por Irán, el país que encarna el liderazgo chií musulmán. De hecho, la guerra civil yemení, que devasta el país desde hace una década, es estudiada como una parte más de la gran confrontación civil que padece el mundo musulmán desde que en 2011 los opositores sunníes al régimen de Bachar al Assad, al calor de las revoluciones denominadas como primavera árabe, retaron al formalmente laico régimen Baazista apoyado por Irán. El principal frente sunní y chií pasa por la otra costa de la península arábiga, por el golfo Pérsico, donde otro brazo de mar, en cuyo subsuelo abunda el petróleo, separa a Irán de Arabia Saudí y de otras pequeñas monarquías (Bahrein, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos) con emires sunníes, pero con poblaciones chiíes. 


Los hutíes representan hoy en día la última expresión del zaidismo, un movimiento religioso que desde el siglo IX ha creado diversos protoestados en el Yemen y en el sur del mar Caspio. Según los estudiosos de la diversidad religiosa musulmana, los zaidís son el grupo chií más próximo a la sunna, es decir, a los sunníes. A diferencia de los chiíes, rechazan la taqiya el recurso del musulmán a disimular de su fe en grave peligro. Tampoco otorgan a sus dirigentes cualidades sobrehumanas, a las que han sido en la historia tan propensos sus congéneres duodecimanos iraníes. Su racionalidad se muestra también en su propia escuela jurídico-doctrinal, ya que junto al Corán y a los hadices (dichos) del Profeta Mahoma, consideran el ichma, el consenso, como fuente de interpretación islámica.


Hoy en día, a nivel geoestrátegico, se analiza la guerra civil yemení y el apoyo hutí a Hamas como un eslabón más de la media luna chií que desde el sur de la península arábiga hasta el Líbano de Hezbolá, presiona al sunnismo, a la par que al Estado de Israel, creado en 1948 después de décadas de oleadas de inmigrantes que huían de los progromos antijudíos y en definitiva de la Shoá, infringidos por los movimientos totalitarios europeos de la primera mitad del siglo XX. 


Ello, permite plantearnos una vieja discusión, si las ideologías o las religiones que las precedieron son producto de las condiciones históricas, o al revés. Es decir, si en una interpretación marxista los condiciones materiales de la existencia producen las ideas o si en una interpretación idealista son estas las que hacen la realidad. Respaldando la segunda, estaría la concatenación de apoyos enraizados en el sistema común doctrinario de ideas, que el universo chií irradia desde un Irán que se acerca a la posesión de la bomba atómica. En apoyo de la primera, estaría el hecho de que Hamas es una organización teocrática y fundamentalista sunní, no chií, que sin embargo es apoyada por Irán, Hezbolá y los hutíes. Y el hecho de que la pobreza gazatí, al igual que la yemení, es un indudable caldo de cultivo de la violencia, alimentada por una globalización que permite al instante -mediante un mero click- comprobar a los desheredados del mundo la diferencia con las condiciones de vida de las que gozamos en Occidente.

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