miércoles, 10 de septiembre de 2014

Crisis del Estado-nación

Las crisis bélicas que vivimos en Ucrania, en Iraq, en Siria, en Libia suponen la enésima evidencia del fracaso de los Estados-naciön, nacidos de la Ilustraciön y las revoluciones liberales decimonónicas. Tras su consolidación en Europa y Norteamerica, Occidente ha pretendido en el último siglo exportar esa fórmula de organización social, fracasando no solo cuando ha querido imponerlo en tierras orientales como lo muestra el ejemplo de los tres últimos países citados, sino incluso cuando lo ha intentado en los límites de Europa, como es el caso de Ucrania. Antes esta realidad habría que preguntarse que alternativas existen. La creciente debilidad de las estructuras estatales a la que asistimos solo parece llevar a un mundo más violento, acrecentado por el declive de la antigua potencia mundial, Estados Unidos, y el surgimiento de un mundo multipolar. Si alguien tiene aún dudas sobre ello, que observe la aparición del Califato Islámico, aprovechando el Estado fallido iraquí y la guerra civil en Siria. No parece, pues, ese el camino. La única opción pasaría entonces por intervenir en el concepto dual del Estado-nación, potenciando su primera aspecto y limitando el segundo. Es decir, haciendo los Estados más fuertes y reduciendo a la par su componente nacional. Difícil tarea, en la medida en que para eso, se ncesita una humanidad con más raciocinio y menos sentimiento.

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