jueves, 14 de febrero de 2019

Elecciones

Hasta Pedro Sánchez parece haber comprendido que ya no tenía más recorrido. No su ambición personal, sino incluso un gobierno nacido sin una mayoría constructiva, que con su caída, paradójicamente, deja sin trasladar a la sociedad unas cuentas expansivas que habrían beneficiado a la mayoría de los ciudadanos. Extremo que cabe anotar en el deber de los que han propiciado acortar la legislatura, incluidos, por supuesto, aquellos que solo buscan que todo vaya a peor, como fórmula para poder imponer sus maximalismos. Detalle que explica la estrategia de los independentistas, algo que los corifeos de la izquierda son incapaces de entender.

Cada uno de los actores políticos deberá asumir sus responsabilidades en estos casi nueve meses de despropósitos, monopolizados por la malhadada cuestión identitaria. Porque ese ha sido el mayor fracaso del gobierno Sánchez: ser incapaz de imponer una agenda social en el debate político, dejándose llevar por los cantos de sirena del nacionalismo catalán. Y como colofón, este viernes asistiremos a una nueva escenificación demagógica sobre la exhumación de Franco, sin aplicación práctica mientras el Tribunal Supremo no se pronuncie.

Tampoco las otras dos cuestiones candentes de estos poco más de siete meses de gobierno se han resuelto: la independencia de RTVE y el grave problema que supone la violencia de género. En este último apartado, el gobierno no se ha atrevido a impulsar medidas que realmente combatan esa lacra y que pasan por combatir la banalización del cuerpo de la mujer.


Ahora, iremos a elecciones. Pero, antes de que los adánicos entusiastas del voto popular impongan sus consignas sobre la innata bondad de las decisiones colectivas, al modo de un redivivo Pentecostés, debemos ser conscientes de que el día después de tales comicios todos los nacionalismos se verán aun más respaldados. Subiremos así otro escalón hacia el enfrentamiento identitario, cuestión en la que todos los actores políticos relevantes parecen progresivamente empeñados desde hace diez años, cuando la crisis económica nos fragmentó socialmente.

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