sábado, 9 de febrero de 2019

Modernos contra antiguos

La aparición en Europa de formaciones políticas emergentes que pondrían fin al predominio democristiano y socialdemócrata, partidos que pese a haber puesto en pie la construcción supranacional más exitosa del mundo habían sido tachados y tildados de tradicionales, fue recibida con satisfacción, cuando no alborozo, en la medida en que un aire fresco limpiaría la política del viejo continente.

Nada más lejos de la realidad, confirmando una vez más la capacidad de errar de las opiniones públicas contemporáneas, dirigidas por análisis poco racionales. Hasta el punto, que no es descabellado sostener que tales formaciones emergentes crean más problemas que soluciones.

El último ejemplo lo muestran Italia y Francia, hasta el punto que París se ha visto obligado a llamar a consultas a su embajador en Roma, abriéndose una crisis entre ambos países, socios de la Unión Europea, inédita desde la Segunda Guerra Mundial.

La razón del desencuentro estriba en la injerencia de una de las formaciones que componen el gobierno italiano en la crisis de los chalecos amarillos francesa. El Movimiento Cinco Estrellas, una formación anti-sistema prototípica de las muchas que han brotado en Europa, busca debilitar el europeísmo de Emmanuel Macron y propugnar la alianza con sus opositores en las inminentes elecciones al Parlamento europeo, con la intención de lograr un considerable número de escaños que den la puntilla a la Unión Europea, vista desde sus anteojeras como ese odioso engendro que estuvo a punto de acabar con las sagradas naciones. 


Ahí estamos, modernos contra antiguos, populistas contra demócratas, nacionalistas contra europeístas. Igual que antes de la construcción europea, igual que cuando la barbarie se adueñó del mundo, precipitándolo a los infiernos.

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