lunes, 25 de marzo de 2019

Las virtudes de la Justicia

El juicio que se celebra en el Tribunal Supremo al proceso independentista está desmintiendo la aseveración aireada insistentemente por algunos publicistas y medios de la izquierda consistente en negar cualquier virtualidad a la vía judicial a la hora de contrarrestar la deriva soberanista catalanista. Recuerden el mantra utilizado hasta la saciedad: más política, menos judicialización.

Pese a ello, al menos dos efectos ha tenido ya la celebración del juicio. El primero incide en el respeto que todo ciudadano debe mantener con la administración de Justicia, máxime en un Estado de derecho. Fue iniciarse el juicio y todos los procesados extremaron tal consideración, llegando incluso algunos de ellos a relativizar lo hecho como si hubiera sido una cosa de niños. El reconocimiento de la autoridad judicial, tan denigrada durante todo el proceso independentista, ha quedado así vindicada, lo que supone un triunfo para uno de los tres poderes del Estado español. 

Dirán ustedes que tamaña reacción se debe al miedo y que mediante la coerción nada bueno puede devenir. Yo les responderé que parten de una concepción de la humanidad demasiado optimista, en la medida en que determinadas actividades solo son evitadas por muchos ante el temor a la privación de libertad o al riego de pago de multas  que implica la aplicación de la ley.  Piensen por ejemplo en la evasión fiscal que existiría sin penas coercitivas para combatirla. Todo ello, no implica que no pueda haber independentistas coherentes que con toda dignidad no hayan negado los hechos estos días ante el Tribunal Supremo, aunque tal extremo de coherencia solo ha sido observado en Jordi Cuixart. El resto parecía formar parte de una broma de colegiales, cogidos en un renuncio.

Y el segundo efecto relevante, incide en algo más importante: el de los testimonios de muchos testigos que han dejado helada la revolución de la sonrisa. Ahora, el tribunal deberá calibrar si esos testimonios prueban la existencia de violencia, pero al menos han dejado claro que el sueño de unos conllevaba el llanto de otros, a los que no se les garantizó sus derechos.


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