El espectáculo que está ofreciendo el Reino Unido a la hora de implementar el Brexit tiene mucho de sainete, cuando no de ridículo, aún más evidenciado si recordamos la tradición parlamentaria británica, sin parangón en ningún otro país. Todo ello se debe a un hecho que no por ser desconocido, no cabe olvidar: la convocatoria de un referéndum popular que amenaza con desacreditar a la democracia representativa más consolidada del mundo.
Porque ese es el grave problema: la democracia directa amenaza con dañar irremisiblemente la mejor práctica parlamentaria que ha existido en el planeta. Una grave irresponsabilidad que añadir al debe populista, porque cuando se mezcla la democracia asamblearia con la representativa, la segunda solo puede languidecer, como cuando se juntan el aceite y el agua, acabando no solo con siglos de perfeccionamiento representativo, sino con el propio Estado de derecho. Algo que lamentaremos profundamente.
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