miércoles, 2 de septiembre de 2020

Madrid

La preocupación por los datos de contagio por Covid-19 en la Comunidad de Madrid no es baladí. Cerca de 15.000 nuevos positivos han sido detectados en la última semana, casi un tercio de los registrados en toda España. Además, de los cerca de 7.000 enfermos hoy en día están hospitalizados en todo el país, un 30% está en Madrid. Ello ha supuesto que la Comunidad registre ya una tasa de ocupación hospitalaria por el coronavirus del 15% de su capacidad total.


Son datos, que sin alcanzar la situación crítica vivida en la pasada primavera, reflejan una tendencia muy negativa, que es preciso corregir con urgencia, salvo que queramos volver a un escenario de saturación de los centros hospitalarios, extremo que llevó entonces al gobierno de la nación a decretar el Estado de alarma. Medida que, no seamos ingenuos, se tomó, no tanto por los muertos, como por la imagen terrorífica de un sistema sanitario desbordado.


No debemos entrar ahora en dirimir la responsabilidad de las diferentes administraciones, nacional o autonómica, ni siquiera en enjuiciar la falta de lealtad necesaria entre ellas. Ya habrá tiempo para ello. Ahora, tan solo cabe lamentar que en el escaso tiempo en el que la pandemia nos dio una tregua, en la Comunidad de Madrid no se reforzó la asistencia primaria del sistema sanitario ni se puso en marcha una legión de rastreadores capaz de minimizar los contagios. Y el gobierno de la comunidad autónoma no lo hizo por sus anteojeras ideológicas, que le impiden comprender la necesidad de una robusta Sanidad Pública, más si cabe aún en situaciones de crisis epidémicas.


Y ese es el problema, muy reiterado en la historia de la humanidad, cuando unas autoridades iluminadas no son capaces de ver la realidad.


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