miércoles, 15 de mayo de 2013

15-M, un balance agridulce

Vaya por delante reconocer lo positivo que ha supuesto el 15-M, en cuanto protesta y aire fresco a unos modelos sociales anquilosados. Sobre todo en lo referido a unos partidos políticos que viven de los presupuestos públicos, no de sus afiliados, y que basan su jerárquico proceder en la obediencia, despreciando el intelecto. También hay que valorar del 15-M su sueño de devolver a la sociedad la utopía, lo que puede servir para hacer avanzar a la sociedad. Pero también tiene sus riesgos. El primero que hay que analizar es el adanismo. Sí, aquella ilusión en la que algunos creen que gracias a ellos se solucionarán problemas enquistados, despreciando las capacidades no solo de sus coetáneos, sino de generaciones anteriores que no fueron tontas. El 15-M ha pecado desde su inicio hace dos años de este pecado de juventud. Otro es su crítica frontal al sistema democrático que existe en España desde 1977. Eslóganes como ¡Democracia real ya!  o ¡Lo llaman democracia, pero no lo es! han hecho mucho daño. Con los niveles demográficos existentes la única democracia posible es la representativa. Una democracia asamblearia  nos llevará ineludiblemente a una dictadura. Y eso lo deberían saber muchos de los que lo piden, salvo los adánicos velados en su conocimiento. La ùnica opción pasa por mejorar la democracia representativa que tenemos. ¡Y ahí sí que hay mucho que trabajo por hacer! Necesitamos profundizar en la división de poderes para conseguir un Poder Judicial poderoso que haga cumplir la ley a todos, algo a lo que simpre ha sido esquiva la sociedad de este país. Necesitamos también una Administración neutral y potente que limite la corrupción, uno de los peores cánceres que padecemos. Necesitamos más cosas, sin duda. Y en ese sentido, siempre vienen bien los aires frescos.

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