lunes, 6 de mayo de 2013

Guatemala

El juicio contra el general Efrain Rios Montt, suspendido al alegar el golpista indefensión, se reanudará previsiblemente en los próximos días. Quien fuera presidente de facto de Guatemala entre 1982 y 1983, está acusado de la muerte de 1.771 indìgenas. Se trata de una mínima muestra del denominado genocidio maya que en los 18 meses de poder de Ríos Montt le pudo costar la vida a más de cien mil personas. La Comisión para el Esclarecimiento Histórico ha determinado que en toda la Guerra Civil sufrida por Guatemala desde la década de los sesenta hasta 1996, año en que la guerrilla se desarmó, hubo 669 matanzas, 180.000 muertos y 45.000 desaparecidos, impotables en un 90% al Ejército y a los paramilitares. El 83% de las víctimas fueron indígenas mayas. Guatemala sufre unas diferencias abismales. El 51% de la población vive bajo el umbral de la pobreza. Étnicamente también hay muchas diferencias: el 60% de la población es ladina, es decir criolla o mestiza. El resto, fundamentalmente, maya. Y religiosamente la pluralidad es aùn mucho mayor. El 52% es católica y el 40% protestante. Los cultos evangélicos y pentecostales, encuadrados en la denominación neoprotestante, muestran una pujanza que en el último medio siglo ha cambiado el panorama religioso guatemalteco, hasta entonces dominado por la Iglesia católica. Los cultos protestantes llegaron a Guatemala al final del siglo XIX, cuando una Revolución Liberal intentó acabar con el poder de la Iglesia, estableciendo un Estado laicista. La oligarquía criolla expropió los bienes de la Iglesia y suprimió las órdenes religiosas, enfrentándose con una institución que tradicionalmente había defendido a los indígenas, cuyas tierras comunales fueron privatizadas en la oleda liberal. Aquella Revolución Liberal cristalizó en el imaginario guatemalteco como el momento de consolidación nacional del Estado. Un crisol nacional centrado en los ladinos y del que quedaron excluidos los mayas. El siguiente momento clave de la historia guatemalteca se inició en la década de los sesenta del siglo XX. La Guerra Fría que dividía el mundo impulsó una Guerra Civil que asoló Guatemala. Surgió una guerrilla izquierdista que luchó contra las graves diferencias sociales existentes en la sociedad, teniendo un poderoso aliado: la Teología de la Liberación se expandía entonces, incluso con el apoyo de la jerarquía católica. Frente a esa alianza entre guerrilla, indígenas e Iglesia católica, se desarrolló el neoprotestantismo entre aquella elite  ladina herdera de la Revolución Liberal del siglo XIX. Y ahí jugó un papel fundamental el golpista Efraín Ríos Montt, quien tras dar el golpe de Estado que le llevó al poder, declaró que Dios les había puesto allí. Desde la televisión, todos los domingos arengaba a los guatemaltecos hablándoles de Dios y de la lucha anticomunista. Ríos Montt era pastor de la neoprotestante Iglesia de la Palabra.

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