miércoles, 7 de agosto de 2013

Geopolítica de Extremo Oriente

El ascenso del nacionalismo amenaza con traer perturbaciones en Extremo Oriente, una de las zonas del planeta donde el desarrollo económico se muestra más fuerte. Tampoco suele ser extraño que ambas cosas vayan juntas. China es sin duda el país más potente de la zona. La reconversión del comunismo oficial a un capitalismo de Estado ha hecho resurgir con fuerza el nacionalismo chino. Frente a este coloso, se encuentran dos sociedades típicamente capitalistas: la japonesa y la coreana del sur. Ambas, estrechas aliadas de Estados Unidos, hasta hace una década la potencia hegemónica del mundo, que ahora se ve impelida a compartir esa posición con otras, entre ellas la propia China. También Japón y Corea del Sur asisten a un incremento nacionalista. Tokyo, incluso, se propone modificar la Constiución impuesta por estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial, que le impide tener propiamente un Ejército. Y Seúl demuestra cada vez más que no se arredra ante su vecino del norte. Y aquí es donde quería llegar. A ese vecino. A Corea del Norte, un Estado con una Monarquía comunista, que somete a sus habitantes a tremendas privaciones para mantener un desproporcionado ejército con el que poder reconquistar algún día toda la península coreana. Hasta ahora Corea del Norte ha sido un valioso peón de la estrategia china. Suponía un dique de contención frente a Estados Unidos. La peor pesadilla de Pekín pasaba por la desaparicìn de este estado-tapón y ver a las tropas norteamericanas subir hasta su frontera. Por ello, China ha protegido hasta ahora a Corea del Norte. El problema es que la monarquía norcoreana tiene cada vez mayores sueños de grandeza, lo que para China se traduce en mayores incomodidades. Además la carrera nuclear que practica Pyonyang se ha visto respondida con un aumento armamentístico de Corea del Sur y Japón. Es decir, China empieza a observar que apoyar la megalomanía de Kim Jong-un, último rey norcoreano, le puede salir mal, como un tiro por la culata. Pero para que China se mueva y cambie su tradicional alianza necesita confiar en que Estados Unidos no aprovechará geoestratégicamente un eventual vacío en Corea del Norte. Si fuera así, uno de los últimos regímenes comunistas podría tener contado su tiempo.

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