viernes, 16 de agosto de 2013

Paisaje desolador

El Ejército egipcio, que controla el país árabe desde que en 1952 unos oficiales nacionalistas echaron a la monarquía, ha provocado una brutal represión sobre los Hermanos Musulmanes, formación que hasta hace un mes ocupaba el gobierno tras ganar unas elecciones democràticas. La violencia, que se sabe como se empiza, nunca se sabe como acaba. Y las perspectivas, con una Hermandad en rebeldía, son muy negras. Los Hermanos Musulmanes han respondido de momento con un nivel bajo de violencia, aunque las iglesias coptas ya han padecido la ira de los islamistas. Los coptos, los descendientes de los egipcios más antiguos, aunque hoy en día no lleguen al diez por ciento de la población, piden el amparo del Ejército para poder seguir sobreviviendo en su tierra. El pueblo egipto está dividido practicamente por la mitad por los islamistas que pretenden convertir el espacio público en una expresión religiosa de su ideología, mientras que los sectores más laicos aspiran a que esa misma religión tenga menos influencia en la vida civil. Son por tanto dos proyectos vitales difícilmente compatibles, mientras que el Ejército, fuertemente nacionalista y corporativista, juega con ambos sectores para perpetuar su poder. La solución es pues endiablada. ¿Y aporta algo la comunidad internacional? Me temo que no. Ni Estados Unidos, incapaz de mantener su ascendente sobre Egipto, ni una dubitativa Unión Europea parecen capaces de ayudar a arreglar el terrible embrollo en el que se haya envuelto Oriente Próximo. Mientras, la guerra sigue en la vecina Siria y el terrorismo desestabiliza Líbano. Sin ninguna duda se trata de un paisaje desolador.

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