lunes, 23 de junio de 2014

Dubitativo y contradictorio

La política exterior de Estados Unidos en Oriente Próximo no puede ser más dubitativa y contradictoria. Es verdad que Washington ya no es aquella primera potencia mundial capaz de imponer sus tesis en casi todos los lugares del planeta. Se trata de un imperio en decadencia, pero por eso mismo debería aspirar a la coherencia. En 2011, Estados Unidos bajó el pulgar al sátrapa Hosni Mubarak, contestado por una revolución, denominada la primavera árabe que, al menos en Egipto, llevó a los islamistas al poder. Ahora, en 2014, John Kerry, el secretario de Estado norteamericano, visita a Abdelfatá al Sisi, respaldando así al militar que ha devuelto a Egipto a la situación anterior: una pseudo-democracia tutelada por el Ejército. Ambas decisiones han sido tomadas bajo la misma Presidencia, la de Barack Obama. En 2003, la administración neoconservadora de George Bush hijo invadió Iraq, desplazando del poder a un sátrapa laico que se apoyaba en la minoría sunní para dominar a los más numerosos chiíes. Ahora, en 2014, la administración de Obama exige al primer ministro iraquí, el chií Nuri al-Maliki, que forme un gobierno de unidad nacional, dando entrada a los sunníes, muchos de ellos en abierta rebelión, situación que está llevando a Iraq a una nueva guerra civil. Y lo peor de la incoherencia son las víctimas: más de dos mil personas han muerto en Egipto por motivos políticos desde la revolución, En Iraq, la cifra es mucho más elevada, superando holgadamente los cien mil muertos desde el año de la imtervención norteamericana. Y luego están las secuelas: un imparable sentimiento anti-occidental se hace dueño de la opinión pública árabe, lo que traerá consecuencias a nuestro mundo.

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