lunes, 14 de octubre de 2019

Revolucionario, claro

Se consideran un tsunami democrático, haciendo suyas las palabras dichas en el juicio por el hoy condenado a nueve años de cárcel  por sedición, Xavier Cuixart. Se comunican, pero también se organizan, a través de las redes sociales. Su número es de difícil cuantificación, en la medida en que un usuario puede utilizar varias de estas redes, pero en cualquier caso son más de cien mil.

El nombre utilizado tiene a gala la consideración de democrático que el proceso soberanista desde su inicio ha hecho por apropiarse de tal concepto, aunque sería más apropiado, acudiendo a lo vivido en otras circunstancias históricas, denominarlos vanguardia revolucionaria. Y eso es lo que son. Una minoría con la que arrastrar a los demás, como se ha hecho en el pasado con éxito o con fracaso en otras muchas ocasiones, con el objetivo de cambiar las instituciones autonómicas emanadas de la Constitución y del Estatuto de Cataluña, estos sí respaldados democráticamente, por otras independentistas.

La utilización de las redes sociales hacen de este enésimo intento de cambiar el orden existente, algo novedoso, aunque no original, como estamos viendo en los últimos tiempos en otras revueltas por el mundo. Muestra además una ventaja, respecto a las revoluciones clásicas, el mayor anonimato del que se disfruta en el mundo virtual, extremo a valorar tras las condenas dictadas por un Tribunal Supremo que ha dejado en evidencia el fraude por incitación, cometido por los dirigentes políticos respecto al pueblo que dicen representar. Más allá de la disolución de la responsabilidad, la organización virtual permite plantear la reivindicación como algo alejado de las jerarquías, como algo que brota de la esencia de un pueblo, como algo natural, en definitiva, que solo necesita de un tsunami para triunfar. Revolucionario, claro.




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