viernes, 20 de noviembre de 2020

Hacérnoslo mirar

Ocho leyes educativas diferentes en cuarenta años dice muy poco de nuestro país, hasta el punto de que ese solo dato puede cuestionar nuestra pertenencia a un Estado de Derecho, la máxima categoría política no adquirida, desgraciadamente, por toda la Humanidad. 


Sin duda que tamaño fracaso tiene unos responsables directos: los políticos y su excesiva dependencia ideológica, el verdadero virus de la contemporaneidad. Pero no solo cabe achacarlo a la actual clase política. De hecho, es extensible desde 1980, cuando se aprobó la primera de esas leyes, la LOEC. Desde entonces, al albur de las diferentes mayorías existentes, han pasado ante nuestros ojos la LODE, la LOGSE, la LOPEG, la LOCE, la LOE, la LOMCE y, ahora, la LOMLOE. 


Todas ellas con aciertos y equivocaciones, como es lógico, pero tal sucesión evidencia el fracaso del consenso en una materia de Estado, probablemente la que más se ajusta a esa consideración, en la medida en que lo que tenemos en juego es la formación de las personas que dirigirán el futuro. Por eso, más allá de los políticos, la última responsabilidad es de todos nosotros, de una sociedad que haría bien en hacérselo mirar.


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