martes, 13 de diciembre de 2016

Esquisto

Aquellos que peinamos canas recordamos con prevención todas aquellas noticias que hablan de la subida de precios del petróleo. Debe ser un condicionante reflejo de una época en la que España era un país atrasado y con una economía tan débil que cualquier incremento del gasto energético ocasionaba una crisis que se traducía inmediatamente en la pérdida de puestos de trabajo y en el empobrecimiento de grandes capas de la sociedad. Sí, aquello era el franquismo.

En dos semanas, el precio del petróleo ha experimentado un alza del 20 por ciento, alcanzando los 56 dólares por barril. El 30 de noviembre pasado, se puso fin a una época de crudo barato mediante el acuerdo de los miembros de la OPEP. Rusia, Arabia Saudí e Irán dejaron atrás su enfrentamiento geoestratégico, cuya más dramática expresión es la Guerra de Siria, y llegaron a un pacto para reducir la producción de petróleo.

Porque ese es el principal problema al que hacen frente los productores de petróleo. El progreso técnico ha alcanzado tales cotas que hoy en día abundan las reservas petrolíferas susceptibles de ser explotadas. En eso ha cambiado radicalmente el mundo. Hace medio siglo, el petróleo era un bien escaso. Hoy en día, sobra, lo que obliga a sus principales productores a contener la producción y evitar así que baje el precio del petróleo.

¿Cabe, pues, que, como consecuencia de esa estrategia comercial, nos dirijamos a un nuevo escenario de petróleo caro, con las consiguientes negativas consecuencias que tendría para todos los países con economías débiles o emergentes?. No, debido de nuevo al progreso técnico. Y al esquisto. 

Si el precio del petróleo alcanzara los sesenta dolares por barril, el fracking sería muy rentable, poniendo a disposición de la humanidad cantidades ingentes de petróleo, que abaratarían de nuevo el precio del crudo. Los expertos estiman que ello llevaría al petróleo a un precio en torno a los cincuenta dólares, un coste mucho más asumible. No está de más recordar que en las épocas de bonanza del precio, cuando Venezuela exportaba la revolución chavista por el mundo, el crudo superaba los cien dólares por barril.

Ese escenario es ahora impensable, gracias al esquisto, técnica que multiplica las reservas energéticas existentes y que ahuyenta las posibilidades de que las economías débiles sufran las consecuencias de una energía escasa. Sin embargo, sobre el fracking existe una prevención que desde planteamientos ecologistas ha logrado demonizar tal técnica extractiva, basándose en las reales posibilidades de contaminación de las acuíferos subterráneos. Hasta tal punto es así que tal visión ha sido asumida por la izquierda política, lo que supone también una radical novedad.

La izquierda nació en el siglo XIX bajo la advocación del Progreso. Aquellos progresistas tenían una confianza ciega en la capacidad del ser humano para vencer técnicamente todas las penalidades que se sufrían y lograr un mundo que acogiera dignamente a toda la Humanidad. El problema, ahora, es que tal vez ya no haya tal certidumbre.



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