jueves, 14 de junio de 2018

El espejo de Màxim

Vaya por delante mi rechazo a titulares que hacen leña del árbol caído, tipo “Màxim el mínimo” o “Màxim el breve”. Me parecen fuera de lugar y que muestran un regodeo nacido del desdén inicial a su designación como ministro. Evidentemente, de todos los miembros del gabinete Sánchez, el caso del titular de Cultura era el más cuestionable, aunque solo fuera por el matiz demagógico de su nombramiento, cuestión en cualquier caso no imputable a Huerta, sino a Pedro Sánchez.

Tampoco voy a secundar las proclamas de inocencia que ayer hizo el hasta ahora ministro. No. Pese a que en su comparencia ante la prensa, en la que no admitió preguntas, negó su culpabilidad, esta fue sentenciada por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid quien estimó que hubo mala fe por parte de Huerta cuando dedujo más de 300.000 euros de forma indebida.

En cambio, de lo que voy a hablar es de la sociedad en la que vivimos, porque esa está retratada en el espejo en el que se mira todos los días Màxim. Una sociedad que se rasga las vestiduras todos los días ante los casos de corrupción, pero que busca todos los recovecos posibles a la hora de eludir pagar impuestos, bordeando la alegalidad, cuando no poniendo un pie en la ilegalidad.


Debe ser obra de la moral existente, tan alejada del puritanismo y tan condescendiente con los pecadores, en la que se refleja el espejo.

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