viernes, 15 de diciembre de 2017

22 de diciembre

Un día después de las elecciones catalanas estaremos en un escenario parecido al del día anterior; es decir, continuaremos conviviendo con un grave problema. Las encuestas publicadas hoy, último día para ello debido a una restrictiva legislación que certifica que el elector es demasiado influenciable, revelan que ninguno de los dos bloques será claramente vencedor, ni el independentista, ni el constitucionalista. Tan solo está claro que los autodeterministas seguirán teniendo mayoría absoluta, con lo que la amenaza del referéndum proseguirá como una espada de Damocles sobre la democracia española.

Que tal cuestión fundamental no esté en discusión, no significa que no haya detalles importantes que todavía estén en juego en las elecciones del 21 de diciembre, en la que todos los sondeos auguran una altísima participación, lo que es un motivo de satisfacción democrática. Entre ellos saber cual partido será el más votado: si ERC o Ciudadanos. Extremo relevante si es el segundo, en la medida en que el discurso independentista tendría que admitir que el manoseado pueblo catalán ha otorgado la mayor proporción de sus votos a un partido español.

Lo mismo con el porcentaje de votos de los dos bloques, cuya horquilla se mueve en unas décimas según las encuestas. No será irrelevante saber si ERC, Junts per Catalunya y la CUP siguen ganando a Ciudadanos, PSC y PP, o si estos logran dar la vuelta a la tortilla. Si fuera la segunda posibilidad, el nacionalismo debería reconocer que su pueblo vota mayoritariamente por partidos constitucionalistas.

Son por tanto, dos matices muy notables, máxime el grado idolatrado que el nacionalismo ha otorgado al reiterado pueblo catalán. En esa medida, y admitiendo que el problema continúa ahí, será bueno despejar algunas dudas sobre los extremos mencionados el 21 de diciembre, el día de la democracia en Cataluña. 

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