Ayer, cuando me enteré de la noticia de un falangista muerto tras una pelea con un extremista de izquierdas que ya había cumplido condena por lesionar a un guardia urbano de Barcelona, por un momento, pensé que estábamos en las primeras décadas del siglo XX, violentos años que presenciaron la Primera Guerra Mundial y alumbraron la tremenda carnicería de la Segunda. Sí, cuando las calles de las ciudades eran el lugar elegido por las ideologías para imponer sus postulados a través de sus respectivas fuerzas de choque: los camisas negras, azules o rojas, haciéndose dueños del espacio público.
Pero, no. Se trataba de hoy en día. Así vamos.
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