lunes, 24 de septiembre de 2018

Sueño o pesadilla

El referéndum del Brexit es una muestra de como los plebiscitos pueden empeorar los problemas y no resolverlos. Tal afirmación, que no deja de ser una perogrullada, conviene expresarla en esta época que idolatra, sin apenas reflexión, la democracia directa.

Aquel referéndum británico, en el que venció el nacionalismo inglés, no solo ha metido al Reino Unido en un laberinto del que no le va a ser fácil salir, sino que ni siquiera su resultado ha logrado ser respetado, hecho propiciado sin duda por lo ajustado de aquella decisión: menos de cuatro puntos porcentuales y poco más de un millón de votos. Jeremy Corbyn en vez de asumir el liderazgo de la oposición y tomar una clara postura, plantea ahora delegar en el congreso que los laboristas celebran en Liverpool la decisión final respecto a si reclaman un nuevo plebiscito. 


Decía Ernest Renan que una nación era aquella que cada día plebiscitaba su continuidad. Las nuevas tecnologías hacen ahora posible lo que el historiador francés planteaba en el siglo XIX.  La revolución digital permite ya de hecho que se celebren continuos referendos por vía de internet, haciendo posible la implementación permanente del dictado de la opinión pública. Otra cosa es si tal avance técnico ayudará a resolver los problemas o supondrá  una nueva fuente de obstáculos, derivados de los vaivenes momentáneos. Tal vez estemos asistiendo a los primeros momentos de una nueva distopía, cuando aún confundimos la pesadilla con el sueño.  

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