lunes, 29 de julio de 2019

La democracia británica

Hoy les quiero llamar la atención sobre las singularidades del sistema democrático británico. Con tanta noticia sobre el brexit, es posible que no hayan reparado en un hecho, que a ojos de otros ordenamientos, como el nuestro, no encaja en las prácticas constitucionales al uso en las democracias occidentales, por lo que no dejará de sorprenderle. 

Boris Johnson es primer ministro del gobierno británico sin que el parlamento haya validado tal nombramiento. El nuevo líder de la derecha, que tiene como objetivo principal la salida, como sea, del Reino Unido de la Unión Europea, ha sido sólo elegido por su propio partido, incluidos sus militantes. No por el parlamento y en consecuencia tampoco por una mayoría de británicos. De hecho, es primer ministro por decisión exclusiva de la reina Isabel II, sin el concurso de las cámaras legislativas.

Tal hecho se inserta en la tradición política británica y evidencia reminiscencias del poder soberano de los monarcas británicos, en detrimento del parlamentario. La inexistencia de una constitución, que en otros ordenamientos europeos proclama la soberanía popular y hace de los parlamentarios sus representantes, facilita que la tradición siga jugando un papel relevante. En este caso, a favor de la monarquía.

Además, la falta de una constitución, en el caso británico, ayuda también a que se puedan convocar referendos, como fue el del brexit. Independientemente de que su resultado haya abocado al Reino Unido a su peor crisis de las últimas décadas, la decisión de la mayoría del pueblo soberano ha dejado desdibujado como nunca a un Parlamento, sobre el que otra soberana, en este caso la reina, mantiene sus prerrogativas.





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