viernes, 5 de abril de 2013

Por la Administración

Muy clarificador el artículo de Carles Casajuana sobre la corrupción en España publicado hoy por El País. El diplomático centra el mayor problema del que adolece nuestra democracia en la intersección entre los excesos de la burbuja inmobiliaria y en la construcción de infraestructuras, y la deficiente financiación de los Ayuntamientos y los partidos políticos. Los Ayuntamientos han sido desde la transición democrática la cenicienta de las instituciones públicas, mal dotados en cuanto a su financiación y muy sobrecargados de gastos, entre ellos muchos sociales absolutamente necesarios. Es perentorio, pues, regular una financiación realista de los municipios. Por su parte, los partidos políticos viven de las subvenciones públicas, pero en su caínita lucha por el poder necesitan más financiación. Por eso, tanto el PP, como el PSOE, han recurrido a la financiación ilegal en algún momento de su historia reciente. Éste es otro de los problemas más graves que sufre nuestra democraia. La solución es complicada, pero solo puede pasar en un futuro por la autofinanciación mediante las cuotas de los militantes y una regulación muy minuciosa de las donaciones privadas.  Pero Casajuana centra su artículo en otro problema: Administración y corrupción. Parte el ensayista de que en la Administración central el problema es menor, gracias a que los funcionarios, en su inmensa mayoría articulados en grandes cuerpos de carrera con un fuerte espíritu corporativo (inspectores, diplomáticos, etc...), ofrecen una serie resistencia a los chanchullos y tejemanejes de los políticos. El problema es que esa resistencia está muy disminuida en los otros dos escalones de nuestra Administración: la autonómica y la municipal. Y eso no es debido a que haya una mayor bondad en la Administración central o que las administraciones autónoma y municipal sean malas por naturaleza. Nada de eso. El problema está en que esas administraciones disponen relativamente de un menor número de funcionarios de carrera con grandes y poderos cuerpos, mientras que hay muchos interinos. Casajuana ofrece la cifra de 200.000 interinos. Muchos de ellos deben sus puestos a redes clientelares y caciquiles. Y por supuesto su capacidad de resistencia frente al político corrupto es nula. En definitiva, reforcemos los poderes de la Afministración, en el sentido propugnado por Max Weber, y evitaremos mucha corrupción. Exactamente lo contrario a lo que proponen los idearios neoconservadores y ultraliberales.

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