martes, 7 de agosto de 2018

La paradoja democrática

Hoy les quiero hablar de David Grossman, un escritor israelí, uno de los pocos que en Israel clama en el desierto por la paz con los árabes, a propósito de un artículo aparecido en El País, donde formula acertadamente la premisa más necesaria de toda democracia, aquella que, como la prueba del algodón, certifica el Estado de derecho.

Dice Grossman: “Exige comprender que la actitud respecto a la minoría es una de las grandes pruebas que tiene que superar una mayoría en un régimen democrático”. Difícilmente se puede expresar mejor el respeto que debe recibir la minoría frente a la mayoría triunfadora en unos comicios democráticos, hasta el punto que cuanto menos cambie la vida de los primeros, más fortalecido saldrá el Estado de derecho y más se engrandecerán éticamente los segundos. Esa es, sin duda, la paradoja que todos deberíamos aprender, porque así ganará  siempre la democracia. 

El escritor, que hace ahora doce años perdió a un hijo luchando en Líbano, hacía referencia a la deriva judía en Israel, cuyo parlamento ha aprobado convertir ese Estado laico en un Estado-nación judío, que privará de la nacionalidad a una quinta parte de su población: a todos aquellos de origen árabe.  De prosperar la iniciativa, consagrará la existencia de dos tipos de personas en Israel. Y uno de ellos se verá privado de sus derechos. 

Ahora, si ustedes quieren, pueden descontextualizar la frase y aplicarla a cualquier situación, también a las más cercanas. Comprenderán así que lo que muchos entienden por democracia, el mero recuento y cuanto más repetido, es un aspecto menor de la democracia. Lo relevante es garantizar los derechos de todos. Especialmente, que la mayoría no se imponga sobre la minoría.


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