jueves, 2 de agosto de 2018

El nuevo ídolo

La detención, de nuevo, de un miembro de La Manada, condenado por agresión sexual a una chica en los San Fermines, evidencia una vez más las graves disfunciones de nuestro sistema jurídico y, también, una grave problema de padece nuestra sociedad.

Respecto a lo primero, es inconcebible que en el debate social apenas tenga consideración el hecho del cumplimento de las condenas una vez sean dictadas por el órgano judicial, en vez de esperar a que esta sea considerada firme por las instancias superiores, como ocurre ahora. Con tal prevención, sin duda que garantista de los derechos de los reos, solo se consigue que aquellos que disponen de medios económicos para pleitear agoten todas las instancias judiciales posibles con la intención de dilatar su entrada en prisión, además de saturar de trabajo los propios órganos jurisdiccionales. Y a la vez, posibilitan que cometan otros delitos. Así, parece que es lo que ha hecho Ángel Boza, triste miembro de La Manada, que, según el atestado policial, hurtó unas gafas de sol e intentó atropellar con su coche a los vigilantes de seguridad que pretendían evitar su huída del centro comercial sevillano de donde se había llevado su botín. Si, el joven de 26 años hubiera seguido en prisión, cumpliendo la condena de nueve años de cárcel que le impuso la Audiencia de Pamplona, todo este suceso nos lo hubiéramos ahorrado, ya que continuaría reinsertándose en una cárcel del grave delito que cometió en San Fermines. Pero, dirán ustedes, ahora volverá a prisión después de lo sucedido en Sevilla. Pues, me temo que no, porque los delitos de hurto e, incluso, de agresión, son difícilmente castigados con prisión, como, por otro lado, parece razonable. En cualquier caso, lo sucedido enervará más aún a muchas mujeres, y también hombres, que no entendemos porque este señor no está entre rejas, cumpliendo su pena. Pues, ya saben, en vez de reaccionar pidiendo penas más duras cada vez que salta la alarma social, abogen por el cumplimiento inmediato de las condenas una vez sean dictadas por cualquier juez.


Y segundo, la actitud de este joven revela una postura muy extendida en nuestras sociedades actuales: la de que todo cabe, la de que todo es posible. Uno, puede agredir sexualmente, despistar unas gafas que nos gustan e, incluso, intentar atropellar a unos vigilantes que tratan de impedirlo, sin asumir la maldad de tales hechos. Sin duda, que el fracaso de la educación y el triunfo social basado en el consumo de bienes, incluido el sexual, como si las mujeres fueran una mercancía, nos han llevado a esto. Y también, no aceptar la perversión a la que puede llegar un ser humano, que es incitado continuamente a no limitar sus deseos, a no refrenar racionalmente sus sentimientos, convertidos en el nuevo ídolo de esta sociedad del siglo XXI.

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