jueves, 23 de agosto de 2018

La salud, derecho de todos

Asistimos en Europa a un brote de sarampión. En los primeros seis meses del año, se han contabilizado más de 41.000 casos de infección, el doble que en todo 2017. Las razones de ello son diversas. El estado más afectado, Ucrania, sufre una guerra larvada con Rusia, países nacidos de la disolución de la Unión Soviética, cuya implosión, jaleada por el pensamiento ultraliberal, no termina de traer consecuencias negativas. También Rusia y Georgia, otro estado surgido de aquella debacle, sufren un brote considerable. Y Serbia, cuya construcción nacional acabó con Yugoslavia, el estado más desarrollado del antiguo bloque soviético.

La eclosión ha afectado también a Grecia, cuyo sistema de salud pública se ha visto deteriorado por los recortes sociales debidos a la dura crisis vivida por el país helénico. Y Francia, donde el copago se extiende a las vacunas. También en Italia. En estos dos últimos países, los expertos denuncian la moda anti-vacunas que vuelven a estar de moda, sin ninguna base científica.

Existe en Occidente un pensamiento que hace de la libertad algo tan sacrosanto que concibe el derecho de los padres a no vacunar a sus hijos. Esos mismos planteamientos disfrutaron hace dos décadas cuando hizo agua la utopía socialista, convertida en una clara distopía. 

Como todo, la radicalidad ideológica solo trae consecuencias nefastas. Este es un nuevo ejemplo. La salud pública es un derecho de todos, difícilmente conseguido en la Edad Contemporánea, para ponerla en peligro por planteamientos ideológicos. Igual, al ser humano le vendría bien poner en cuarentena a las ideologías.



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