jueves, 5 de septiembre de 2019

Paradojas democráticas

Ayer avanzamos la noticia. Hoy, es el día de analizarla.

El varapalo dado al populista Boris Johnson por la Cámara de los Comunes, si no el prototipo, sí al menos el modelo de más solera del parlamentarismo a nivel mundial, lleva camino de pasar a la Historia como uno de los mejores ejemplos de vitalidad democrática, máxime en una época como la actual donde la demagogia achica el espacio vital de nuestras sociedades, indefensas ante el relato roto de la Ilustración y del progreso indefinido.

De entrada, Westminster ha reivindicado su papel esencial en el reparto de poder de la democracia británica, pese a que sus competencias habían sido puestas en duda por la mera existencia de un referéndum. La Cámara de los Comunes limitó ayer extraordinariamente el margen de actuación de Johnson en las negociaciones con la Unión Europea, obligándole a una salida del club comunitaria consensuada. El primer ministro, quien se arroga liderar el veredicto popular del plebiscito,  calificó de rendición ante la UE lo aprobado ayer en Westminster. Y a continuación intentó infructuosamente que la cámara parlamentaria diese luz verde a nuevas elecciones, esperando rentabilizar así electoralmente su actuación populista.  Pero, Westminster le volvió a mostrar que no permitirá que se aprovechase de tales réditos.

Y todo eso en nombre de la democracia, seriamente convulsionada en el Reino Unido desde que el 23 de junio de 2016 el referéndum popular,  convocado por razones electorales,  se saldó con la decisión de abandonar la UE. Una democracia que, no obstante, ayer se vio fortalecida, limitando a un primer ministro al que se le llena la boca hablando del pueblo y de sus decisiones. 


Conviene, pues, en un momento como el actual en el que muchos se dejan seducir por fórmulas de democracia directa, valorar tal democracia, sobre todo para intentar comprender la esencia de esta, que no debe estar muy alejada de un efectivo sistema de equilibrios y contrapoderes. Y para sumar aun más paradojas, cabe recordar que el Parlamento británico está compuesto por dos cámaras, una de ella hereditaria, y que el monarca mantiene su soberanía, a diferencia de los estados constitucionalistas continentales, como ha expresamente manifestado el juez de los Tribunales Supremos de Escocia, confirmando que el cierre del Parlamento es una prerrogativa de la Reina, extremos que no pueden dejar de ser anatemas, vistos desde el otro lado del canal de la Mancha.

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