martes, 16 de junio de 2020

Teorías conspirativas

La Fiscalía de Suecia ha puesto punto final a la investigación del asesinato de Olof Palme, treinta y cuatro años después de su muerte. Se cierra así un caso que destaca tanto por la tardanza de sus conclusiones como por la chapuza que caracterizó la investigación de aquellos hechos.

Más allá de estos extremos, que cuestionan la imagen de la eficacia sueca, conviene reflexionar sobre las múltiples teorías de la conspiración que se sucedieron tras la muerte de aquel primer ministro. Me refiero a todas aquellas explicaciones de un atentado que evitaban centrarse en un crimen mundano y que ponían el acento en la personalidad de la víctima. ¿Como iba a ser posible que uno de los más renombrados líderes de la socialdemocracia mundial fuera a morir a manos de un individuo anodino, como lo era Stig Engström, quien pese a ser investigado desde el principio, solo ahora, casi cuatro décadas después, ha sido señalado por los fiscales suecos? No podía ser. Tenía que ser una confabulación de raíz política y con ribetes internacionales: los kurdos, las autoridades sudafricanas del Apartheid, etc… Siempre, se imponía alguna teoría conspirativa, cuando lo más evidente estaba ahí desde el minuto siguiente a la muerte de Palme: un hombre gris con problemas de alcohol y aficionado a las armas le abordó cuando volvía del cine junto a su mujer. Y disparó.

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