jueves, 26 de julio de 2012

La tragedia de Lal Bibi

Lal Bibi, una mujer afgana de 19 años, fue violada por un conciudadano que estaba vengando así una afrenta de un primo de la joven. Ahora, según la tradición pastún, Lal Bibi debe suicidarse o morir a manos de su propia familia. Afortunadamente, la familia de la joven se niega a cometer un crimen con Lal Bibi y ha denunciado el caso, buscando el amparo de las autoridades afganas. Afganistán es un país anclado en terribles tradiciones, una de las cuales son las venganzas violentas que pueden llevar, como es el caso, al drama a una inocente. Se trata de un país  dividido  en numerosas etnias, siendo probablemente la pastún la que adolece de normas más tradicionales, como lo muestra el uso del burka. Nosotros que vivimos en Occidente abogamos por unos derechos humanos universales, donde Lal Bibi sería una víctima en vez de una criminal que debe pagar con su vida haber sido violada. Por ello, nuestros representantes en Afganistán deberían ofrecer a esta infeliz familia todo el apoyo posible para evitar su aciago destino.  Pero lo que no podemos hacer es repetir el planteamiento de aquel mal gobernante, además de incompetente,  llamado George Bush junior, que hace cerca de once años decidió que había que llevar la democracia a Afganistán, iniciando una guerra devastadora que aún prosigue. Una guerra por cierto, que los países occidentales llevan tiempo intentando poner fin y salir de ese avispero de etnias, lenguas e interpretaciones religiosas. En concreto, España, después de mucho tiempo aguantando para no contradecir al amigo norteamericano, ha dicho hace poco con la boca pequeña que quiere adelantar su retirada. Una decisión sensata que ahorrará vidas y que vendrá muy bien a nuestras exhaustas arcas públicas. Por tanto, si a la solidaridad, no a las locuras de descerebrados.

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