miércoles, 5 de marzo de 2014

Aberración en Uganda

El presidente de Uganda, Yoweri Museveni, ha promulgado una dura ley contra los homosexuales de ese país africano. A partir de ahora, se castigará con 14 años de cárcel a los gays y lesbianas que sean declarados culpables de una sola relación sexual. La pena se incrementa hasta la perpetuidad a aquellos que reincidan o que practiquen sexo con menores o portadores del VIH. Tamaña legislación aberrante solo es equiparable a la de aquellas naciones, también africanos, que practican la mutilación genital femenina, o la de aquellos países musulmanes que aplican la desigualdad jurídica a las mujeres. El mundo occidental no puede comulgar con ninguna de estas prácticas y debe dejar claro en el concierto internacional su oposición, apoyando y ayudando, mediante el asilo, a todos aquellos activistas que se opongan a las medidas represivas dictadas por esos países. Por supuesto, que esa oposición occidental no debe pasar de lo dicho y convertirse en una justificación de invasiones militares, al modo que George Bush y los neoconservadores practicaron con lamentables consecuencias. Pero, lo que sí debe hacer Occidente es rearmarse conceptualmente para luchar contra el pernicioso paradigma intelectual que consagra el aliento de la existencia de culturas diferentes. Tal planteamiento fue fruto de la Ilustración y por tanto se trata de otro hijo del mundo occidental, muchos de ellos beneficiosos para la Humanidad, aunque también los hubo perniciosos, como el que nos ocupa.  Su conceptualiación provino de un filósofo alemán: Johann Herder, quien fue el primero en hablar de culturas en plural. El desarrollo de sus ideas creó el Romanticismo, probablemente el movimiento conceptual más pernicioso que ha sufrido Europa y todo Occidente en la Edad Contemporánea. Fue el pistoletazo de salida de los pueblos y el inicio del espíritu del pueblo, Volksgeist, en alemán, cuya sola pronunciación nos sugiere el nazismo. Y también de las justificaciones de las diferencias culturales. Y a partir de ahí, dio lugar a la constitución y consagración de los diversos colectivos. Y en su defensa, ahora, estamos especialmente empeñados. Incluso, desde una determinada izquierda ideológica se aplaude e incentiva la sobreprotección de determinados grupos y minorías sociales, a las que se le ha dado el marchamo de colectivo, con medidas que llegan a incluir la discriminación positiva. Es un error, porque supone caer en la misma confusión ideológica que nos alarma de otras culturas. El planteamiemto occidental debe pasar por no aceptar la existencia de colectivos diferenciados, al igual que no transigir con las prácticas culturales aberrantes. 

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