viernes, 21 de marzo de 2014

La debilidad de Europa

En veinte días, Vladimir Putin ha recuperado Crimea para Rusia en lo que  es un claro síntoma de restauración del Imperio ruso. Y frente a esta realidad, tenemos por un lado a un Estados Unidos dubitativo y decadente, y por otro a una Unión Europea capaz solo de tirar la piedra y esconder la mano. Bruselas azuzó al nacionalismo ucraniano, pero cuando despertó el oso ruso, Europa se asustó. Y se acobardó. Y ello es debido fundamentalmente a la brutal dependencia energética que padece la Unión Europea, donde importamos más de la mitad de la energía que consumimos. Y de esa terrible dependencia, un tercio de la misma es suministro ruso, que alcanza el petróleo y el gas.  Una pobreza energética a la que se une una predominante concepción ecologista, refractaria a viejas explotaciones energéticas como la nuclear o a nuevos métodos como al fracking, que limita nuestra capacidad. Ese es el problema para la Unión Europea y a la vez la ventaja de Putin, que en menos de tres semanas ha llevado a cabo toda una operación política y militar que le ha permitido anexionarse la península disputada, ofreciendo hasta el consabido referéndum justificador de cualquier dislate.

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