miércoles, 12 de marzo de 2014

Choque de trenes nacionalistas

Una de las primeras decisiones del Parlamento ucraniano, tras la Revolución nacionalista de Kiev, ha sido la derogación de la Ley sobre la Polìtica Lingüística, que permitía a las entidades regionales y locales del Estado mantener la cooficialidad  del idioma ruso.  De momento, el nuevo presidente ucraniano, elegido por el Parlamento tras obtener el placet asambleario de los revolucionarios de Kiev, Oleksander Turchynov, no ha ratificado dicha medida. Ni debería hacerlo, salvo que se resigne a la oleada nacionalista que intenta imponerse en la parte occidental del país y que haría inviable la construcción de un Estado capaz de sumar a la relevante población rusa o, simplemente rusohablante, del suroriente ucraniano, especialmente de Crimea. El parlamento regional de esta península ya ha proclamdo unilateralmente la independencia, sin esperar siquiera al referéndum con el que sancionar su integración en Rusia. Para ello ha invocado el precedente de Kosovo, donde muchos países europeos aceptaron quebrar la legalidad internacional por imposición de Estados Unidos, en concreto de la Administración Bush. Asistimos así a un choque de trenes, entre una tendencia nacionalista ucraniana frente a un paneslavismo ruso azuzado desde Moscú. Dos nacionalismos enfrentados, que presagian lo peor. La única manera de romper esa peligrosa dinámica es sentar las bases de un Estado de ciudadanos, donde el origen étnico o el uso de las lenguas no sea un aspecto relevante en la vida de todos los ucranianos. Y por supuesto, donde el pretendido derecho de autodeterminación no tenga cabida.

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